Este verano, en la playa de Ribadesella, vi a uno. Me llamó la atención porque cada vez se ven menos. Este tendría unos 40 y pico años —no es fácil calcular sus edades— y paseaba por la orilla con la que supuse era su madre. Pocas semanas después, en otra playa asturiana, vi a otro que también caminaba con su familia. Una feliz coincidencia, porque es cierto que cada vez se ven menos.
Cada vez se ven menos, aunque hace tres años me topé con María después de más de una década sin encontrarnos. Trabajaba en la cafetería de debajo de casa, ayudada por una asistente social. Se emocionó al verme; incluso se le escapó una lágrima. Recordamos los veranos jugando a las palas cuando su hermano la traía a pasar la tarde con la pandilla. Me dijo que su padre se había ido al cielo (al decirlo apuntó con el dedo hacia arriba), que vivía con su madre y que iba ella sola en metro a trabajar. Estaba orgullosa.
Cada vez se ven menos porque, según las estadísticas oficiales, más del 90 % son abortados. Los nuevos test de ADN fetal en la sangre de la madre tienen una fiabilidad casi absoluta, y muy pocos embarazos siguen adelante si se detecta la anomalía. Estas pruebas están cada vez más extendidas en la sanidad pública española.
Cada vez se ven menos, y por eso en el Reino Unido la plataforma Don’t screen us out (No nos descartes) lucha por evitar que en las pruebas prenatales los padres reciban informaciones incompletas y augurios descorazonadores que solo parecen ofrecer una salida. Heidi Crowter, de 27 años, está liderando una movilización para que el país cambie sus leyes, que permiten abortar a personas como ella hasta el mismo momento del nacimiento.
Cada vez se ven menos, pero al Tribunal de Estrasburgo y a la Autoridad Audiovisual Francesa no les parece suficiente: tampoco quieren que salgan sonriendo en anuncios, porque eso podría «perturbar la conciencia» de quienes no quisieron tenerlos.
En mi infancia se veían bastantes más (muchos los llamaban, sin mala fe, sunormales o tontinos), pero ahora me asomo de vez en cuando al Instagram de Samantha Vallejo-Nágera para ver los vídeos de su hijo Roscón jugando con sus hermanos o estudiando los exámenes del cole.
Porque por la calle, al menos yo, cada vez veo menos.