Braval, el modo de evitar «el gueto dentro del gueto»
La asociación vinculada al Opus Dei que trabaja en El Raval de Barcelona cumple 25 años propiciando «que los inmigrantes hagan lo que haría cualquier chico de Barcelona»
«En 1998, el barrio de El Raval contaba con un 10 % de inmigrantes y la situación empezó a ponerse difícil», afirma Josep Masabeu, presidente de Braval, la iniciativa de desarrollo y promoción humana del Opus Dei en este barrio de Barcelona. «De repente la cosa se desbordó y las calles y las escuelas se empezaron a llenar de personas de un montón de países», añade. Por eso, varios voluntarios de la iglesia de Santa María de Montalegre, que regenta el Opus Dei en Barcelona, «nos pusimos de acuerdo para atender sobre todo a los chavales en su etapa escolar, primero a través del deporte y luego dando clases de refuerzo educativo», dice Masabeu.
Partieron de unos equipos improvisados de fútbol en la calle, formados por chicos de varias nacionalidades. Poco a poco empezó a acudir a la asociación una multitud de niños y jóvenes. Hoy, 25 años después, por sus actividades han pasado 1.240 participantes de 30 países distintos, que hablan diez lenguas y profesan nueve religiones.
Desde el principio, Masabeu tenía claro que «los equipos debían estar integrados por niños de procedencias distintas, porque el riesgo de vivir en un gueto es formar otro gueto, es decir, que solo te relaciones con la gente de tu país, y nosotros queríamos evitar eso. No queríamos crear un equipo de filipinos, otro de marroquíes, otro de ecuatorianos…, sino que todos se mezclaran».
Además, se propuso que los chavales jugaran en la liga federada de Barcelona «para que salieran del barrio y conocieran otra realidad, y que los demás chicos de la ciudad vieran de cerca la difícil realidad de El Raval». En definitiva, se trataba «no de hacer cosas para inmigrantes, sino de que los inmigrantes hicieran lo que haría cualquier chico de Barcelona. Es una integración fundamental», explica.
Junto al deporte, la otra actividad de Braval es el refuerzo escolar, una labor particularmente sensible en una población que tiene que adaptarse a una nueva cultura y muchas veces a una nueva lengua. Para ello se valen de los voluntarios, «que transmiten el valor intangible de la solidaridad», dice el presidente de la asociación. Son estudiantes, profesionales que quieren ayudar y jubilados que buscan ofrecerse a los demás en esta etapa de su vida.
En total han sido más de un millar los voluntarios que han aportado su grano de arena estos 25 años; como Marc Andrei Gaba, un filipino de 24 años que empezó a ir a las actividades de Braval con 8, nada más llegar a España. «Me acogieron muy bien desde el principio. Empecé a jugar al fútbol y a estudiar fuerte, porque no te dejan jugar los partidos si no apruebas», ríe. Gracias a este apoyo, Gaba está acabando la carrera de ADE en la Universidad de Barcelona, y devuelve todo lo recibido como entrenador de un equipo de niños de la asociación. «Siempre he estado en equipos de amigos de procedencia muy diversa, y siempre nos hemos respetado —destaca—. Jugar juntos nos ha servido para conocernos bien, y darnos cuenta de la gran cantidad de cosas en las que coincidimos al venir de situaciones parecidas. A mí me ha ayudado a ser más abierto de mente».