Bilbao hacia el modernismo
El Guggenheim ofrece una exposición de artistas bilbaínos de fin de siglo, que con sus pinceles expresaron con orgullo la belleza y riqueza de sus tierras
Igual que Giverny para los pintores franceses, parecida es la costa vasca para los españoles. Pintar al aire libre en el País Vasco es inspiración para captar a la perfección el tono, el ambiente, el clima y lo que se respira en estas regiones. Más aún si el artista conoce el entorno como la palma de su mano. El museo Guggenheim de Bilbao ofrece una exposición de artistas bilbaínos de fin de siglo que, con sus pinceles, expresaron con orgullo la belleza y riqueza de sus tierras. Una muestra que hace una radiografía de lo que era Bilbao a finales del siglo XIX y principios del XX, no solo de su variedad paisajística, sino también de los ambientes sociales de las ciudades y aldeas con sus rutinas, fiestas y tradiciones.
Esta exposición presenta escenas de la historia de la provincia a través de grandes murales pictóricos que reflejan los barcos comerciales en la ría y las terrazas dedicadas al ocio; la vida de los burgueses y los aldeanos; los remeros; la lucha y la muerte en el mar; los héroes del deporte; las faenas cotidianas en un puerto pesquero, o las romerías en una anteiglesia vizcaína.
El recorrido comienza con una contextualización a base de fotografías a gran escala de lo que era Bilbao en aquella época. Asimismo, se ofrece una introducción especial a la figura del escultor bilbaíno Paco Durrio, uno de los más destacados del arte público español por su obra Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga, que ahora habita el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Este artista fue muy importante porque fue quien se encargó de la obra de Paul Gauguin cuando este emprendió su último viaje a la Polinesia en 1895. Además, fue él también quien prestó su estudio al joven Pablo Picasso para que se estrenase en la faceta escultórica de su carrera.
Una vez situados en contexto, comienza la visita con las obras de Adolfo Guiard, Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea, Manuel Losada y José Arrúe, que despliegan las diversas panorámicas que componen el nuevo paisaje económico, social y urbano del Bilbao de finales del siglo XIX. Las más destacadas de Guiard son La ría en Axpe y En la terraza. Ambas son paisajes de mar datadas en 1886. La primera representa una vista de los buques fondeados en la ría y la segunda el panorama de la playa desde la terraza de un balneario abierto al puerto.
El mar es un tema recurrente en las pinturas de Bilbao en el cambio de siglo. Los artistas e esfuerzan en capturar su color y belleza, subrayando su importancia para las labores comerciales y culturales de la ciudad. Asimismo, en esta primera sala, artistas como Zuloaga, Manuel Losada, y Anselmo Guinea retratan la burguesía ilustrada a través de varios miembros del Kurding Club, una sociedad creada en 1894, llamada oficialmente El escritorio. Los personajes son jóvenes empresarios aficionados a la música que encargan a estos pintores, recién regresados de París, una serie de murales para decorar las paredes del club. Estas grandes pinturas capturan con una pincelada ágil y moderna el ambiente de ocio de Bilbao en escenas cotidianas, como las que tienen lugar en la iglesia de San Nicolás y el Arenal al amanecer, o bien escenas rurales y de montaña con sus aldeanos.
En la segunda sala, para los pueblos marineros y las aldeas se emplean códigos de color muy diferentes, que pueden apreciarse en la distinta paleta, linealidad y proporción de la pintura de barcos y caseríos, por ejemplo. Una de las obras destacadas es La siega de Adolfo Guiard, en la que el verde de los campos se va transformando en ocres y amarillos. La última estancia se dedica a lo más etnográfico y folclórico de la cultura vasca. Especialmente se captan el baile y su simbología. Por ejemplo, Danzas suletinas de José María de Ucelay, es una pintura que aporta una visión enciclopédica de uno de los bailes más antiguos del País Vasco, la mascarada de Zuberoa, que envuelve a todo el pueblo y se remonta a la domesticación de caballos.
Esta exposición es un reflejo de lo que supuso la rápida modernización de Bilbao en los ámbitos comerciales e industriales y cómo este crecimiento económico influyó en el panorama social y cultural. Aprendiendo de sus vecinos los posimpresionistas y vanguardistas, los autores locales explotaron su creatividad hacia nuevas líneas de expresión cargadas de color y elegancia.