Benedicto XVI: «Ambas dictaduras fueron antihumanas». Stepinac: ni fascismo, ni comunismo
En Croacia, convergieron los dos grandes totalitarismos que azotaron Europa en el siglo XX: el nacionalismo de sesgo socialista, títere del nacional-socialismo alemán, y el socialismo a secas, que encarnó el mariscal Tito. Durante su visita a Croacia, Benedicto XVI ha querido resaltar la figura del cardenal Alojzije Stepinac, arzobispo de Zagreb y figura clave de la Iglesia en Croacia durante esos difíciles años, beatificado en 1998 por Juan Pablo II
La visita del Papa Benedicto XVI a Croacia, el pasado fin de semana, concluyó ante la tumba del mártir y héroe de la Iglesia católica antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, el cardenal Alojzije Stepinac, que murió en 1960, en la casa en la que le mantuvo confinado el mariscal Tito, a consecuencia de las enfermedades sufridas por el maltrato al que se vio sometido en la cárcel.
Para los comunistas, el arzobispo de Zagreb se manchó con el peor de los crímenes: colaborar con el régimen Ustacha de Ante Pavelic, títere de Hitler y líder del Estado Independiente de Croacia, durante la Segunda Guerra Mundial. Para los fascistas ustachas, Stepinac era el hombre de Iglesia que no tuvo el valor de reconocer que Croacia es un pueblo con una vocación singular, pues alzó con dureza su palabra contra las purgas que el régimen de Pavelic perpetró entre judíos, ortodoxos o gitanos.
Esta herencia explica el hecho de que algunas crónicas de las agencias internacionales o de periódicos, durante la visita del Papa a Zagreb, hicieran referencia a Stepinac como un hombre cercano a Hitler, toda una barbaridad histórica. En Croacia, por el contrario, no han faltado alusiones, por parte de órganos de extrema derecha, a la falta de patriotismo croata de la Iglesia, en tiempos de Stepinac.
En el vuelo Roma-Zagreb, en respuesta a la pregunta de los periodistas, Benedicto XVI, que, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, estudió el contexto histórico en el que le tocó vivir al cardenal, le definió como «un gran pastor y un gran cristiano, así como un hombre de un humanismo ejemplar».
«El cardenal Stepinac tuvo que vivir en dos dictaduras opuestas, pero ambas eran antihumanistas: en primer lugar, el régimen Ustacha, que parecía cumplir el sueño de la autonomía y de la independencia, pero que en realidad era una autonomía basada en la mentira, pues estaba manipulada por Hitler para sus intereses».
Según Benedicto XVI, el beato Alojzije Stepinac «comprendió muy bien esto, y defendió el auténtico humanismo contra este régimen, protegiendo a serbios, judíos, gitanos. Podemos decir que dio la fuerza de un verdadero humanismo, sufriendo incluso».
Y luego, tras la Segunda Guerra Mundial, al llegar la dictadura opuesta, el comunismo, «volvió a luchar por la fe, por la presencia de Dios en el mundo, por el verdadero humanismo, que depende de la presencia de Dios: sólo si el hombre es imagen de Dios, el humanismo florece».
«Éste era su destino —concluyó el Papa—: luchar en dos luchas diferentes y opuestas. Precisamente en esta decisión a favor de la verdad contra el espíritu del momento, a favor de este verdadero humanismo, que procede de la fe cristiana, reside su gran ejemplo, no sólo para los croatas, sino para todos nosotros».