Basta solo una palabra - Alfa y Omega

Basta solo una palabra

Sábado de la 12ª semana de tiempo ordinario / Mateo 8, 5-17

Carlos Pérez Laporta
Curación de la suegra de Pedro. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York (Estados Unidos).

Evangelio: Mateo 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó:

«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: “Ve” y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahám, Isaac: y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes». Y dijo al centurión:

«Vete; que te suceda según has creído».

Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.

Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».

Comentario

La dignidad es la cualidad moral que nos hace merecedores de algo. Ante Dios, por nosotros mismos, somos indignos. Sin Él no seríamos nada. Sin Él no podemos hacer nada. No somos dignos de hablarle siquiera. No somos dignos de relacionarnos con Él. Y mucho menos de recibirle: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano».

Pero nosotros nunca existimos por nosotros mismos. Precisamente porque sin Él no seríamos ni podríamos nada, todo lo que hacemos no se hace sin Él. Sin Él nada fue hecho. En Él vivimos, nos movemos y existimos. Nuestra existencia es digna porque Él la hace, porque es suya antes que nuestra. Él la hace siempre digna al darnos la vida. Bastó una palabra suya. Fue suficiente una palabra suya. Por su palabra existimos. Y la dignidad de nuestra existencia es esa relación con Dios. Él hace digna nuestra existencia, porque se relaciona con nosotros. Porque nos habla sin cesar. Nos llamó con una palabra a la existencia y no ha cesado nuca de dirigirnos su palabra. Bastó que su Palabra se encarnase para que fuésemos salvados. Basta solo siempre una palabra de Dios para que todo sea hecho. Basta una palabra para que nuestra vida recomience. Porque fiados en su palabra podemos apoyar toda nuestra vida. Por eso también María dijo: «Hágase en mí según tu palabra».