Baile, alegría y testimonio: los jóvenes españoles llenan de vida la plaza de San Pedro - Alfa y Omega

Baile, alegría y testimonio: los jóvenes españoles llenan de vida la plaza de San Pedro

La primera parte del acto estuvo marcada por un concierto dirigido por el sacerdote Toño Casado, del Arzobispado de Madrid, acompañado por una orquesta italiana que supo dar ritmo, color y emoción al inicio del evento, y varios testimonios de jóvenes de distintas diócesis

Fray Alfonso Dávila
Un momento del encuentro del 1 de agosto.
Un momento del encuentro del 1 de agosto. Foto: CEE.

Más de 25.000 jóvenes de todas las diócesis españolas participaron este viernes, 1 de agosto, en el primer gran acto del Jubileo de los Jóvenes, un encuentro que arrancó con música, emoción y una fuerte llamada a vivir la fe en familia y en comunidad.

La plaza de San Pedro se convirtió en un espacio de fiesta y oración con acento español. A las 18:00 horas comenzó el esperado encuentro de los españoles, en el marco de la clausura del Jubileo de los Jóvenes convocado por el Papa León XIV. La primera parte del acto estuvo marcada por un concierto dirigido por el sacerdote Toño Casado, del Arzobispado de Madrid, acompañado por una orquesta italiana que supo dar ritmo, color y emoción al inicio del evento.

La música fue la llave que abrió los corazones. Cientos de banderas ondeaban mientras se coreaban letras conocidas por todos. Uno de los momentos más intensos se vivió con la canción Enciéndeme, de Hakuna Group Music, interpretado por el coro de la Conferencia Episcopal Española. Al entonarla, los más de 25.000 jóvenes convirtieron la plaza en un solo clamor, vibrante y emocionado. Una llama de fe y unidad iluminó simbólicamente el lugar más emblemático de la Iglesia universal.

Testimonios que tocan el corazón

Además de la música, el encuentro incluyó testimonios de vida centrados en el papel de la familia en la sociedad actual. Jóvenes de distintas diócesis compartieron cómo la fe ha sido sostenida, transmitida y vivida en sus hogares, y cómo esta experiencia les impulsa ahora a ser protagonistas activos en la Iglesia.

Los mensajes fueron claros y valientes: el mundo necesita jóvenes con coraje, dispuestos a caminar juntos, a vivir su vocación y a construir comunidad. A lo largo del encuentro se repitió una llamada: «No caminamos solos. Somos Iglesia».

Uno de los testimonios se centró en la fuerza de lo cotidiano. María Tagarro García-Tomassoni, de Astorga, nacida en una familia profundamente cristiana que hace unos años vivió una crisis «en la que dejé de sentir al Señor. Iba todos los domingos a Misa, pero no me decía nada. Algo que me agobiaba mucho es que ese año iba a confirmarme. Y yo había dejado de sentir al Señor, me mataba la idea de pensar que iba a recibir un sacramento tan importante sin sentir nada. Al ser la única joven que practicaba su fe en mi entorno fue algo que tuve que batallar yo sola. Me frustraba el no entender lo que me pasaba. Lo que no sabía es que estaba teniendo mi primera crisis de fe consciente». María aseguró que esto «es un reto constante, ya que me sirve para intentar ser testimonio, prepararme mejor y fortalecer mi fe». Y aseguró que «la Iglesia es su otra gran familia».

Pepetto, desde Tarancón y tras un Erasmus, se alejó de la fe. «Al volver a España, terminé la carrera, seguía con mi novia y todo parecía ir bien. Creía que había encontrado la felicidad. Pero qué equivocado estaba… Aunque había vuelto físicamente a casa, Dios ya no estaba presente en mi vida. Y uno descubre que, sin Dios, no hay verdadera felicidad. Poco después, mi novia me dejó. Y como todo joven en estos casos, parece que el mundo se viene abajo. No sabía dónde sostenerme… hasta que un día, mi primo Luis me animó a volver al grupo de jóvenes. Qué paz. Qué sensación tan real de volver a casa. Pero no a tu casa física, sino a su casa. A la casa de Dios».

Finalmente, un matrimonio casado hace dos meses recalcaron que ese día «nos dimos el primer “sí” ante el altar. Decimos el primero, porque el matrimonio va de ponerse de rodillas cada día y decir sí a querer quererse cada día. Es negarse a uno mismo y volver a escoger al otro primero».

Baile, alegría y testimonio. Con esas tres palabras podría resumirse el ambiente que se vivió en esta tarde romana. Más allá de los números, el encuentro de los jóvenes españoles en la plaza de San Pedro se convirtió en un signo de esperanza para la Iglesia, que ve en esta nueva generación una respuesta viva, gozosa y comprometida al Evangelio.