Audiencia: La ausencia del padre «produce lagunas y heridas que pueden ser muy graves»
Estamos en una sociedad sin padres, en la que éstos están tan ocupados que «olvidan la familia» e, incluso cuando están en casa, «no se comportan como padres». Esto «produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves» en la vida de los niños y los jóvenes
«He elegido comenzar de la oscuridad para llegar a la luz». Así se excusaba el Papa Francisco, al final de la audiencia general, por el tema elegido para la catequesis de este miércoles, dentro del ciclo de catequesis sobre la familia: el eclipse de la figura paterna. «El próximo miércoles -prometió- seguiré, poniendo a la luz la belleza de la paternidad». Para los cristianos, la palabra padre «ha recibido una nueva profundidad precisamente a partir del modo en el cual Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su especial relación con Él».
El Santo Padre ha empezado, sin embargo, constatando que hoy se afirma que estamos en una sociedad sin padres; es decir, que «en particular en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desvanecida». Esto -añadió- se entendió en primer lugar como una liberación de una figura paterna excesivamente autoritaria. Pero la sociedad actual ha pasado «de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser más tanto la presencia invasiva de nuestros padres, sino más bien su ausencia. Los padres están a veces muy concentrados en sí mismos y en su propio trabajo y a veces sobre su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia».
Esta ausencia de la figura paterna «en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves. Y en efecto, las desviaciones de los niños y de los adolescentes en buena parte se pueden atribuir» a la falta de ejemplos, guías, cercanía y amor, alertó el Papa.
El Santo Padre compartió cómo ya en Buenos Aires pudo percibir esta orfandad, que se produce también en familia: incluso cuando están en casa, los padres «no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa». Parece -se planteó- «que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades», o intentan tener una relación con los hijos de igual a igual. «Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh?».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Retomemos el camino de catequesis sobre la familia. Hoy nos dejamos guiar por la palabra padre. Una palabra más querida que cualquier otra por nosotros cristianos, porque es el nombre con el cual Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios: Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad precisamente a partir del modo en el cual Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su especial relación con Él. El misterio bendito de la intimidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu, rebelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.
Padre es una palabra conocida a todos, una palabra universal. Ella indica una relación fundamental cuya realidad es antigua como la historia del hombre. No obstante, hoy se ha llegado a afirmar que nuestra sociedad sería una sociedad sin padres. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desvanecida, quitada. En un primer momento, la cosa fue percibida como una liberación: liberación del padre-padrón, del padre como representante de la ley que se impone desde el exterior, del padre como censor de la felicidad de los hijos y obstáculo a la emancipación y a la autonomía de los jóvenes. En efecto, en el pasado algunas veces en nuestras casas reinaba el autoritarismo, en ciertos casos incluso el atropello: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento; padres que no los ayudaban a emprender su camino con libertad -pero no es fácil educar a un hijo en libertad- padres que no los ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y el de la sociedad. Esto ciertamente es una actitud no buena.
Pero como frecuentemente sucede, se pasa de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser más tanto la presencia invasiva de nuestros padres, sino más bien su ausencia, su contumacia. Los padres están a veces tan concentrados en sí mismos y en su propio trabajo y a veces sobre su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes. Ya como obispo de Buenos Aires advertía el sentido de orfandad de viven hoy los chicos. Y a menudo les preguntaba a los papás si jugaban con sus hijos, si tenían el coraje y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos era: «No puedo, porque tengo mucho trabajo». El padre estaba ausente con ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él. Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves. Y en efecto, las desviaciones de los niños y de los adolescentes en buena parte se pueden atribuir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías competentes en su vida de todos los días, a la carencia de cercanía, a la carencia de amor de parte de los padres. El sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos.
Son huérfanos pero en familia, porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan. La calidad educativa de la presencia paterna es mucho más necesaria cuanto más el papá se ve obligado por trabajo a estar lejos de casa. A veces pareciera que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, tal vez, refugiándose en una relación improbable a la par con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh? Si solamente te comportas como un compañero a la par de tu hijo, esto no le hará bien al muchacho.
Pero esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir, paterna hacia los jóvenes. Una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ella a menudo los deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes quedan, así, huérfanos de caminos seguros a recorrer, huérfanos de maestros en los cuales confiarse, huérfanos de ideales que inflamen el corazón, huérfanos de valores y esperanzas que los sostengan cotidianamente. Son llenados, tal vez, de ídolos, pero se les roba el corazón; son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.
Entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, volver a escuchar la promesa que Jesús hizo a sus discípulos: «No os dejo huérfanos» (Jn 14:18). Es Él, de hecho, el camino a recorrer, el Maestro al que escuchar, la Esperanza de que el mundo puede cambiar, que el amor vence al odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.
Alguno de ustedes podría decirme: «Padre, usted hoy ha sido demasiado negativo; ha hablado sólo de la ausencia de los padres, y de lo que sucede cuando los padres no están cerca de los hijos». Es verdad, he querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, poniendo a la luz la belleza de la paternidad. Por esto he elegido comenzar de la oscuridad para llegar a la luz. Que el Señor nos ayude a comprender bien estas cosas. Gracias.