¿Asistencia formal a los ritos? - Alfa y Omega

¿Asistencia formal a los ritos?

Jueves de la 1ª semana de Adviento / Mateo 7,21.24-27

Carlos Pérez Laporta
Foto: Valerio Merino.

Evangelio: Mateo 7,21.24-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Comentario

«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos». El tono burlesco de Jesús es duro y gracioso a la vez. Destapa esa tendencia eclesial a la pertenencia desapasionada, a la asistencia formal a los ritos. Estar en la Iglesia implica el riesgo de nuestra vida. La sangre de los mártires no es un símbolo del pasado. Quien no arriesga su vida por las palabras del Señor no se sumerge en su Cuerpo. Puede hacerse con mayor o menor virtud, pero debe ser en lucha constante. En el Reino de los cielos pueden encontrase entre los santos pecadores desangrados, pero no figurantes fantasmagóricos. El Bautismo implica la muerte de Cristo, pero también exige la nuestra.

Y la prueba de ello no es solo el cielo, sino el Reino ya comenzado. Quien no apuesta su vida a la palabras del Señor, quien «escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». El que no arriesga su vida por estas palabras es necio, porque arruina su vida ya en esta tierra. Se quiso conservar la vida, se quiso no correr el peligro de perderla, y la vida misma —con sus borrascas y tormentas— se lo llevó todo por delante. Cristo es la única roca sobre la que se sustenta nuestra vida pasajera, porque perdió su vida para tenerla para siempre con Dios.