Así acompañan a los jóvenes aislados los misioneros en Japón - Alfa y Omega

Así acompañan a los jóvenes aislados los misioneros en Japón

Los hikikomori se recluyen durante años. Un misionero del PIME les ofrece una casa donde empezar a atreverse a salir a la calle

Redacción
Foto de recurso
«Nosotros ofrecemos nuestro tiempo y la posibilidad de conversar», dice el padre Marco. Foto: Pxhere.

Sigue aumentando en Japón el número de menores que se quitan la vida. El año pasado se registraron 527 casos, 14 más que en 2023. En la mayoría de los casos (349) eran alumnos de secundaria, pero también hubo 15 niños de primaria. Para un funcionario del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social, la situación es «grave», informa la Agencia Fides.

Para el padre Marco Villa, misionero del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (PIME) en el país, hay varios elementos que podrían explicar el aumento de los suicidios. «Los hijos están cada vez más solos en las familias y sienten la presión de destacarse. Hay una fuerte competitividad en los colegios y el fenómeno del bullying sigue siendo una plaga, aunque de manera menos explícita. Y en casi todas las clases hay uno o dos alumnos que dejan de asistir a clase de repente».

Desde el año 2012, el religioso coordina el centro de escucha Mizu Ippai, que ofrece apoyo a los hikikomori, las personas que se retiran de la sociedad para vivir en soledad. «En nuestro centro no tenemos muchos menores, pero sí hay algunos. Me viene a la mente el caso de una joven que dejó de salir de casa cuando aún estaba en primaria porque otras niñas le hacían bullying por su aspecto físico. Afortunadamente, su historia tuvo un final feliz y ahora se encuentra bien», cuenta.

En todo Japón, el número total de suicidios en 2023 cayó a 20.268, sobre una población de 126 millones, una de las cifras más bajas desde que comenzaron los registros en 1978. «Es bastante común que en las familias haya miembros con alguna forma de malestar psicológico o mental, pero a menudo solo se proporcionan tratamientos farmacológicos, ya que las terapias de acompañamiento son muy caras», lamenta.

Un rasgo oriental

El fenómeno del aislamiento tiene sus raíces en la cultura asiática, donde el individuo tiene menos importancia que la comunidad, sigue explicando el misionero: «Uno se aparta para no ser una carga para los demás. La moral social todavía tiene un fuerte peso en Japón. Los espacios de reunión del mundo de los jóvenes desaparecen en la edad adulta, cuando entran al mundo del trabajo y tienen que lidiar con una sociedad muy rígida».

El mayor desafío para el centro Mizu Ippai que coordina el religioso es interceptar situaciones de necesidad. «Si los jóvenes tienen una familia sólida, a veces sus padres se ponen en contacto con nosotros o los servicios sociales intentan derivarnos alguno. Pero cuando una persona se encierra en una habitación, es difícil hacer que salga de allí», revela.

En cualquier caso, el padre Marco y sus voluntarios están siempre presentes. Ya abren sus puertas a 60 personas de manera habitual. Esta obra es un principio para escapar de la opresión: «Las personas no quieren hablar de sus problemas, solo quieren pasar un poco de tiempo fuera de casa», señala el religioso del PIME. «Nosotros ofrecemos nuestro tiempo y la posibilidad de conversar, si lo desean. Intentamos ser un lugar donde se pueda dar un primer paso para volver a la vida normal, donde se pueda pasar tiempo sin sentirse incómodos», concluye.