Arzobispo de Teherán: «El alto el fuego Israel-Irán no ha apagado el incendio» - Alfa y Omega

Arzobispo de Teherán: «El alto el fuego Israel-Irán no ha apagado el incendio»

Dominique Mathieu lamenta que «la diplomacia ha sido sustituida por la carrera armamentística y guerras preventivas». Reclama «dignidad y respeto por el pueblo iraní»

Javier Martínez-Brocal
Mathieu en la procesión de la Santa Sangre en Brujas (Bélgica), el 29 de mayo. Foto: Cedida por Dominique Mathieu.

El cardenal belga Dominique Mathieu, arzobispo de Teherán-Isfahán de los latinos, cumplía 62 años el 13 de junio, cuando Israel empezó a bombardear Irán y comenzó el conflicto. «No fue una sorpresa, pues la amenaza de atacar el país y su régimen no es reciente», asegura en entrevista a Alfa y Omega. Con el frágil alto el fuego alcanzado el martes 24 de junio, «la vida está retomando su curso. Las calles desiertas durante la guerra van cobrando vida día tras día. Se reanudan el trabajo y los exámenes, y también poco a poco reabren los organismos, las oficinas, las tiendas». Por otro lado, «en las capitales prácticamente no hay lugares donde protegerse, y las precarias condiciones de quienes se habían refugiado en otros lugares del país les han hecho regresar a sus hogares». Con la normalidad, vuelve «la preocupación sobre cómo conseguir llegar a fin de mes». Pero, a pesar de todo, «el orgullo por el país y su cultura milenaria disipan todos los desacuerdos, disipan el disenso», describe Mathieu.

Por otro lado, advierte este cardenal franciscano, «el alto el fuego no ha apagado el incendio que arde bajo las cenizas. Sigue sin haber acuerdo entre las partes beligerantes. Y aún estamos lejos de establecer el respeto y la confianza mutuos. No se habla en absoluto de reconciliación. Predomina el derecho a la autodefensa, incluso preventiva». Para construir la paz, considera que «lo mínimo sería crear las condiciones favorables para regresar a la mesa de negociaciones, preludio de un proceso de paz», señala aludiendo al diálogo con Estados Unidos que quedó abortado tras el ataque israelí. «Pero las amenazas que hay en el aire no son, desde luego, constructivas». Además, subraya que Irán necesita ser tratado con «dignidad y respeto por el pueblo, al que se ha denigrado demasiado en la escena mundial».

—¿Qué balance hace de los doce días que duró el conflicto? —Por desgracia, la diplomacia ha sido sustituida por la carrera armamentística como elemento de disuasión y por las guerras preventivas. Hemos visto cómo dos países que no tienen una frontera común se han enfrentado de forma asimétrica. Uno, atacando principalmente con su fuerza aérea y el otro contraatacando con su gama de misiles; y un tercero autoinvitándose al tablero de ajedrez con superbombarderos y superbombas. Esto ha sembrado el pánico y la destrucción y ha debilitado todavía más el orden mundial y las instituciones internacionales.

Mientras duró la guerra, «estuve diariamente en contacto con la nunciatura y en alguna ocasión con la Secretaría de Estado, que mantuvo informado al Santo Padre sobre lo que estaba pasando», relata el cardenal. Asegura que en la República Islámica «las autoridades favorecen el contacto directo con el Vaticano y consideran al Santo Padre sobre todo como un jefe de Estado de importancia internacional».

Mathieu, creado cardenal por Francisco en diciembre de 2024, es también el único sacerdote que hay en Teherán. A menudo celebra Misa solo. Para que la Iglesia católica sea reconocida jurídicamente, la ley requiere que haya al menos 15 ciudadanos iraníes católicos de rito latino; y aún no los hay. Pero el purpurado se ocupa sin descanso de los 2.000 católicos extranjeros que residen allí. Más de la mitad son personal de servicio doméstico procedente de Filipinas.

El arzobispo subraya que la guerra no ha tenido más consecuencias para esta pequeña comunidad «que para los ciudadanos del país». A los fieles del resto del mundo les pide: «Acompañadnos con vuestras oraciones por el desarme multilateral y para que se limiten las armas en el mundo. Y también rezad por la protección, preservación y cuidado de la creación que Dios nos ha confiado para nuestro bien y el de las generaciones futuras».