Arzobispo de Malta: «Apliquen en el sur lo que se hace bien con Ucrania»

Arzobispo de Malta: «Apliquen también en el sur lo que se hace bien con Ucrania»

Charles Scicluna, arzobispo de Malta, subraya cómo la calidez de la acogida maltesa sorprendió al Papa. Y lamenta que «hay una percepción diferente de la emergencia que estamos pasando nosotros» que de la de Ucrania

María Martínez López
El Papa regaló a Scicluna un cáliz al finalizar la Misa del domingo. Foto: Vatican Media.

Ha vivido de primera mano de todo el viaje, incluidos momentos que quizá han escapado al gran público. ¿Con qué momentos de la visita se queda?
Ser testigo del extraordinario abrazo de la población al Papa. Ha sido una respuesta de corazón ante el estilo que emana de la persona del Santo Padre. La gente podía ver al buen pastor visitándolos. Su calidez con los enfermos, los ancianos, los migrantes, nos animan a ser buenos testigos del Evangelio, según la tradición del Mediterráneo. Francisco no quiere una Iglesia que sea un museo, sino testigo de los valores del Evangelio que tienen en el centro a la humanidad y la dignidad de la persona, siguiendo las palabras de Jesús: «Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».

¿Cuáles fueron las impresiones del Santo Padre?
Le impactó la cantidad de familias que sacaron a los niños y hasta a los ancianos aunque fuera solo para verlo un momento. Me dijo lo bonito que era ver a familias enteras saliendo juntas. Y le impresionó, y a mí también, la alegría en sus rostros. Mientras avanzaba, esperaban con entusiasmo verle, algunos incluso intentaban tocarle, y luego esa alegría permanecía en sus caras. Eran conscientes de que no era un hombre cualquiera quien recorrían las calles de Malta, sino el sucesor de Pedro. Al Papa le impresionó como en cualquier otro lugar, pero estaba agradablemente sorprendido.

Sus palabras sobre la migración han sido muy similares a las de Lesbos o Chipre. ¿No es preocupante que tenga que repetirlas?
Es muy triste. Subraya la emergencia de la cuestión migratoria, que resulta importante en el Mediterráneo. Este ha sido cuna de la civilización, pero también un escenario de conflictos y ahora de indiferencia. Es importante subrayar que nosotros, los países del sur de Europa y del Mediterráneo necesitamos poder compartir nuestra responsabilidad con todos los países europeos, como está ocurriendo ahora con la respuesta humanitaria inmediata a la situación en Ucrania. Nos damos cuenta de que hay una percepción diferente de la emergencia que estamos pasando nosotros. Hay que mantener la emergencia migratoria del Mediterráneo en la agenda. Lo que se está haciendo bien en el caso de Ucrania, hay que aplicarlo también cuando el flujo viene desde el sur.

¿Qué fruto espera que deje para los próximos años?
Sus palabras nos dejan con la enorme responsabilidad de facilitar un seguimiento a estos dos maravillosos días de misericordia. Hace falta que la Iglesia en Malta y Gozo organicemos un trabajo posterior con inteligencia. La prioridad no es solo seguir recordando a la sociedad sus mensajes, sino también tomar valor de sus palabras. En Ta’ Pinu dijo que la Iglesia de Malta es «un tesoro en la Iglesia y para la Iglesia». Ante eso nos sentimos humildes, pero con una gran responsabilidad. También repitió que la alegría de la Iglesia es evangelizar. Creo que pensaba que en español también se podía decir que el gozo de la Iglesia es evangelizar, y como estaba en la isla de Gozo eso resonó en su corazón.

Bio

Charles Scicluna nació en Canadá en 1959 de padres malteses. Entre 1995 y 2012 fue una figura clave de las reformas de la Santa Sede para combatir los abusos sexuales. Incluso siendo ya obispo ha seguido implicado en ese ámbito.

Allí mismo, agradeció el camino sinodal que la Iglesia en Malta comenzó dos años antes que la universal.
La COVID-19 tuvo un gran impacto. Para algo así hace falta tener reuniones presenciales. Lo virtual no es adecuado para estos encuentros de las mentes y los corazones. Estamos deseando poder intensificar los encuentros cara a cara, corazón a corazón, en la próxima fase. Para nuestro camino sinodal, escogimos las cuatro actitudes de las que habla el Papa en Evangelii gaudium: una Iglesia que escucha, acoge, acompaña y sale. Tendríamos que estar en la fase de la acogida. Pero lo que les digo a los míos, y el Papa es muy claro en ello, es que no podemos dejar de escuchar, porque cada una de estas actitudes no excluye a las demás. Estos encuentros presenciales tienen que ser también constantes luego, en el seguimiento.

Escuchar no es algo que se haga tres años y ya, sino un estilo al que convertirse. Esto subraya de forma bonita lo que el Papa busca para la Iglesia universal con el proceso sinodal: que sea algo que evoluciona y tiene futuro. Cuando se celebre el Sínodo de los Obispos en 2023 será solo el comienzo, no un único gran momento mágico. La Iglesia no funciona así, sino como una semilla que crece y con la que hay que ser paciente, sin importar si vemos el fruto o no. Gracias a Dios, la Iglesia no es nuestra, sino suya.

El Papa valoró cómo en Malta el catolicismo ha alimentado la defensa de la vida, pero también advirtió de que no puede convertirse en un andamiaje detrás del cual «la fe envejece». La práctica religiosa está cayendo de forma bastante pronunciada. ¿Cree que está a tiempo de evitar una secularización como la de otros países de Europa?
Creo que el proceso de secularización está muy vivo en estas islas, y más en todo lo relacionado con el mundo digital. Por otro lado seguimos muy apegados a nuestras tradiciones religiosas. El Papa dijo que eran maravillosas pero que necesitamos desarrollar lo esencial de la fe. No hay una medida sociológica para el acto de fe, que es un encuentro muy personal e íntimo con Jesucristo, y que no está necesariamente ligado a la práctica religiosa.

Uno de los problemas que estamos teniendo es que va menos gente a la iglesia, hay un cambio de paradigma. Pero el mensaje de Jesucristo nunca deja de funcionar, de formas que pueden pillarnos por sorpresa. Si lo intentamos meter en una jaula, lo estamos confinando. El Espíritu sopla donde quiere, y este es un factor muy importante que puede cambiar todo. Realmente rezo para que la alegría que hemos visto en los rostros de la gente ahora sea alimentada e impulsada por el Espíritu Santo. Hay una gran hambre de un testimonio y una espiritualidad auténticos. Pero hay que llevar la Buena Noticia a la gente con alegría. Podemos hacerlo si dejamos de condenar a los demás.

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