Arturo Mcfields: «La crueldad hacia los presos ha aumentado» - Alfa y Omega

Arturo Mcfields: «La crueldad hacia los presos ha aumentado»

El hasta hace pocos días embajador de Nicaragua ante la OEA denuncia el clima de terror y reivindica la «esperanza»

José Calderero de Aldecoa
El diplomático nicaragüense presentó sus credenciales el 5 de noviembre de 2021. Foto: OAS / Juan Manuel Herrera.

Miércoles 23 de marzo. Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Era el turno del embajador de Nicaragua, Arturo Mcfields, que decidió saltarse el guion y aprovechar la ocasión para «denunciar la dictadura de mi país», algo que «no es fácil», afirmó. No le falta razón. Hasta 177 personas están encarceladas en Nicaragua por mucho menos.

Mcfields y su familia se han convertido en proscritos: el pasado lunes, 4 de abril, fue sustituido fulminantemente por Orlando Tardencilla. Su gesto, con todo, ha merecido la pena. «Hay gente que desde la cárcel ha escuchado el mensaje y ha recuperado la esperanza al ver que los funcionarios públicos están cansados de tanta crueldad», dijo durante un diálogo organizado por el centro de estudios Wilson Center, en Washington, donde se encuentra viviendo en una situación de limbo legal.

El exembajador incluso ha sentado precedente. Unos días después de lo sucedido, el asesor legal de Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya, Paul Reichler, emuló a Mcfields y renunció a su cargo, no sin antes acusar a Ortega de implantar una dictadura y reprimir despiadadamente manifestaciones pacíficas.

¿Qué le motivó a hacer estas declaraciones?
Creo que había llegado el momento de posicionarse en línea con mis valores y principios cristianos. Sentía una lucha espiritual interna muy grande, pero el aumento del nivel de crueldad hacia las personas que están presas fue la gota que colmó el vaso. Y tomé esta decisión, aunque sabía que eso iba a significar dar un futuro incierto a mi familia y perdía, además, la posibilidad de volver a mi país.

¿Desde cuándo lleva pensando en dar este paso?
Ya el mismo día que presenté las cartas credenciales, el 5 de noviembre, me rondaba esta idea en el corazón. Pero decidí esperar, porque, como exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega, siempre he creído que el diálogo y la construcción de puentes son más importantes cuando existen problemas en las sociedades, problemas en las democracias. En esos momentos es, precisamente, cuando la diplomacia puede ayudar. Sin embargo, después de cinco meses en el cargo, me he dado cuenta de que esta vía no estaba dando resultados.

Habla usted de diálogo. ¿Cree que este es el camino para solucionar lo que está ocurriendo en Nicaragua?
El problema es que en el Gobierno nadie escucha, y los funcionarios tampoco hablan por miedo. Yo mismo sugerí que se liberaran al menos a 20 presos políticos mayores y a otros 20 reos comunes enfermos. Les dije que esto sería un gesto de humanidad y un movimiento políticamente inteligente. Nadie me hizo caso.

¿Qué espera que ocurra a partir de ahora?
Ha comenzado una revolución de la esperanza. Hay mucho deseo de cambio, sobre todo en lo que se refiere a la situación de los presos. Un tema central es que se ponga final al maltrato y a la tortura, y su puesta en libertad. Un ejemplo que siempre pongo, y que me quebró el corazón, es el de Tamara Dávila, una joven defensora de los derechos civiles que está presa y que lleva nueve meses sin poder ver a su hija. O el periodista Miguel Mora, que tiene un hijo con discapacidad y tampoco le dejan verlo. Están provocando un daño emocional irreversible a este joven.

En su declaración ante la OEA habló usted de miedo.
Sí, porque me espera un futuro incierto, y no solo en el aspecto económico. Pero la paz moral, eso no tiene precio. Es lo más grande que puede tener el ser humano y es lo que siento ahora. También gracias a líderes como Silvio Báez, el cardenal Brenes o a personas de la Iglesia protestante que han dado palabras de aliento. Pero, sobre todo, Silvio Báez, que ha hablado como un profeta contra el poder y la dictadura. No con odio, sino con esperanza y fe.

Terminó su intervención ante la OEA citando a Dios. ¿Qué le dice en este momento de su vida?
Que Él es el que nos protege y que ningún arma forjada contra nosotros podrá prevalecer. No estoy diciendo que no se va a forjar, se puede forjar, pero no va a prevalecer, porque Dios cuida de sus hijos. El bien siempre vence sobre el mal y la luz siempre va a brillar por encima de cualquier tiniebla. Yo sé que Dios a veces parece que tarda, pero nunca olvida. Su tiempo es un tiempo perfecto. En Nicaragua hay un gran pueblo creyente, algunos católicos, otros protestantes, pero es un pueblo de fe. Y el pueblo se está humillando ante Dios y Él está respondiendo. El Señor está tocando el corazón de distintos funcionarios. Yo soy una prueba. Él me ha tocado y me ha llamado para corregir lo andado y volver a la senda.

¿Al nuncio del país se le retiró la credencial? ¿Qué se decía en el Gobierno de forma interna?
Como le dije anteriormente, hay ciertas cosas que no se hablan en el Gobierno. En otras ocasiones, nadie te escucha cuando uno quiere hablar. Lo que sí sé es que con acciones de este tipo se está lastimando la fe de la gente. Mi país es un país de fe y, ante cosas como estas, la gente sufre. Todo esto está calando muy hondo en la población y yo creo que Dios está escuchando el clamor de su pueblo. Se está generando un cambio, pero no desde el odio, sino desde la esperanza y la fe. Y ahí estamos, creyendo que Dios puede derrotar a los poderosos gigantes que se alzan en este mundo. Creo que estos ataques han fortalecido la fe de la gente. Es algo extraordinario.