Arte realista para ver a Dios - Alfa y Omega

Arte realista para ver a Dios

Alfa y Omega reúne a cuatro artistas contemporáneos que dedican su obra a santos y escenas evangélicas

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
De izquierda a derecha: ‘Santa Juana de Arco’ de Tracy Christianson. ‘San Carlos Luanga’ de Kristyn Brown. ‘Espejo de justicia’ de Giovanni Gasparro. ‘Vista de la cruz desde la casa de la Verónica’ de Nikola Sarić. Fotos cedidas por los autores.

Para ser moderno no es preciso que el arte contemporáneo tenga que ser necesariamente abstracto; para llegar a tocar el corazón de creyentes y de no creyentes, el creador dedicado al arte religioso debe vivir aquello que quiere representar. Estas dos premisas convocan esta semana en las páginas de este semanario a cuatro artistas que han dedicado su obra a reflejar la experiencia religiosa, sobre todo a través de retratos de santos y de la plasmación de escenas evangélicas. De Estados Unidos a Serbia, pasando por Italia, estos artistas apuestan por el arte figurativo, aquel en el que aparecen personas reales, tan reales como los modelos de carne y hueso que fotografía la norteamericana Kristyn Brown, o los mártires del ISIS asesinados en las playas de Libia que ha llevado al lienzo el serbio Nikola Sarić.

Junto a ellos, las pinturas de Tracy Christianson reflejan a los santos de siempre con una apariencia más moderna y cercana a la sensibilidad del hombre del siglo XXI; y el buen oficio y la originalidad del italiano Giovanni Gasparro a la hora de componer sus cuadros hacen de él un Caravaggio de nuestros días.

Todos muestran que no es necesario buscar lo retorcido para ser original, pues muchas veces es lo sencillo lo que más llega al espectador. Como decía Gaudí, «la originalidad es volver al origen». Nada está inventado, todo es real, como la misma vivencia de Dios. Solo necesita artistas que ofrezcan un aire nuevo.

«Las imágenes de los santos deben conmovernos»

«Soy una artista autodidacta que ha amado dibujar personas desde que tiene memoria», afirma la estadounidense Tracy Christianson, cuya obra es conocida por los lectores de Alfa y Omega porque ha ilustrado nuestro santo de la semana en varias ocasiones. Mientras trabajaba como diseñadora en una potente empresa dedicada a la venta de ropa, empezó a hacer retratos de santos, buscando combinar su pasión por la pintura con su fe católica.

«Cada santo tiene una historia fascinante que contar», asegura Christianson. En la actualidad tiene más de 500 retratados y continuamente está añadiendo más, muchas veces a petición de los admiradores de su obra.

«Las imágenes de Nuestro Señor y sus santos deben conmovernos, darnos coraje y ayudarnos a llevar nuestra cruz con aceptación. Conocer e invocar a los santos puede ayudarnos a hacer esto en nuestra vida diaria aquí en la tierra», señala.

Por este motivo, tener al alcance de la vista una imagen actual de un santo de siempre «ayuda a visualizarlos y darles vida, y nos permite verlos como personas reales. Muchos me han comentado que, debido al realismo de mi trabajo, han encontrado a los santos más identificables».

Para la pintora estadounidense, el arte religioso «debe atraer los sentidos de la vista con imágenes hermosas. Debe contar una historia o inspirar la meditación», por eso espera que sus obras logren representar «el gran amor por Dios que ha vivido cada santo, y que eso haga que los que vean mis cuadros lo amen igualmente».

«El Creador supremo nos dio el don de ser creativos»

«Para mí, la creatividad es la esencia de Dios. Él es el Creador supremo y nos dio el don de ser creativos también», dice la fotógrafa americana Kristyn Brown, autora de la iniciativa The saints project.

Su acercamiento a la realidad de los santos es particular, pues Brown fotografía a personas reales y luego retoca las imágenes con el ordenador para darles la apariencia de una pintura. «La mayoría de las personas no están seguras de si están mirando una fotografía o un cuadro, y así es como sé que lo hice bien», ríe.

A veces, la idea del retrato de un santo es lo primero que llega, y ella busca activamente a la persona adecuada para desempeñar el papel, pero otras veces ve a alguien y sabe exactamente qué santo puede representar. Así, consigue rostros y figuras muy reales y actuales, como si fueran realmente «los santos de la puerta de al lado», como dice el Papa en Gaudete et exsultate.

El objetivo de la fotógrafa es recordar que los santos fueron «personas como nosotros. He comprobado que la gente aprecia el arte religioso que parece más real. Pueden sentir a la Sagrada Familia o a los santos más cerca de ellos en oración cuando se encuentran ante una imagen realista».

Pintura y fotografía son, además, una potente herramienta de evangelización para la norteamericana, pues «aunque nuestro mundo nubla la belleza, el rostro de Cristo se puede encontrar en obras de arte que sean verdaderamente hermosas. La gente siempre se siente atraída por ellas: sus propias almas han sido diseñadas para encontrar siempre la luz».

«El concepto de belleza ha sido vaciado»

No es habitual que en su ficha biográfica lo primero que ponga un artista sea la fecha de su Bautismo, pero es lo que hace el artista italiano Giovanni Gasparro. Lo más llamativo de su obra es la gran cantidad de manos que aparecen en sus pinturas, una originalidad que él cifra en algunos cuadros del medievo.

Gasparro no es un aficionado: la archidiócesis de L’Aquila le encargó 19 obras para la basílica de San Giuseppe Artigiano, dañada por el terremoto de 2009; y en 2013 ganó el Concurso de Arte de Bioética de la UNESCO con Casti connubii, inspirada en la encíclica de Pío XI contra la anticoncepción. «Procedo de una familia católica, y siempre he mirado las imágenes sagradas con el filtro de la devoción. Solo más tarde comencé a admirar el valor catequético y espiritual de las figuras». Para él, el arte religioso «no es letra muerta, sino algo vivo en mi sentimiento religioso personal».

Para el italiano, «Dios es todo, es el Creador supremo, el gran artista. Los pintores y escultores somos, en cierto modo, imitadores imperfectos de él, pero nuestra obra puede ponerse a su servicio».

Si en siglos pasados el arte «era comprensible y cumplía su función catequética en la Iglesia», hoy el pintor italiano lamenta que el arte contemporáneo «refleje una sociedad volcada en lo efímero, que esconde un vacío muy profundo», hasta el punto de que incluso «en las artes sacras contemporáneas el concepto de belleza ha sido vaciado de su inspiración trascendente».

Por eso clama por que la pintura y la escultura «vuelvan a ser figurativas, y que el arte sacro sea de nuevo auténticamente narrativo y a la vez sugerente». Así se podrá «catequizar a los fieles cada vez más alejados de la fe, de las Sagradas Escrituras y los dogmas, y suscitar una devoción más auténtica».

«No hay una sola sensibilidad estética ni un único lenguaje»

El serbio Nikola Sarić se considera «espectador del pensamiento y de la acción humana» en áreas como el arte, la historia contemporánea, la teología y la arquitectura. Sus Nueve vistas de la Cruz, sus pinturas sobre los mártires del Estado Islámico en Libia, su Ciclo de la vida… beben de la iconografía cristiana oriental, pero no son una mera copia de los iconos tradicionales. En primer lugar, juega con los colores para transmitir sensaciones de frío y de calor ante cada pasaje de la Pasión o de la cruz; y la serie llamada Testigos tiene la originalidad de que los santos y profetas del Antiguo Testamento representados mantienen la cabeza en horizontal, como indicando su lugar a medio camino entre la tierra y el cielo.

«Mi interés por la pintura religiosa deriva principalmente de mi afición por la teología y la historia del arte, inquietudes que podemos reconocer en en nuestra propia vida», afirma.

Para Sarić, «en la teología cristiana, Dios es a la vez visible e invisible, conocido y misterioso, aparente y oscuro. Los seres humanos podemos comunicarnos con lo tangible de Dios, podemos interpretar y debatir sobre Dios, lo que hemos hecho de muy diversas formas a lo largo de los siglos, y lo seguiremos haciendo».

Paralelamente, «si realmente abrimos los ojos y los oídos, podemos ver que no hay una única sensibilidad estética o un solo lenguaje, sino muchos». Por eso, «el discurso religioso, intelectual y cultural, tanto en la Iglesia como en cualquier contexto, debe reconocer e incorporar el pluralismo y la diversidad de experiencias».

Según el pintor serbio, el arte religioso es pura evolución, ya que «no existe una única receta o camino, ni en la fe ni tampoco en el arte. Hay innumerables posibilidades de expresarnos y captar la atención de los demás. Cada artista necesita intentar buscar la suya».