Memoria de la Iglesia y de la sociedad
La Asociación de Archiveros de la Iglesia cumple 50 años con dos retos: ampliar la formación y acercarse a los que no creen a través de los archivos
Que los archivos sean considerados como «la cenicienta» del patrimonio cultural de la Iglesia, según lamenta Francisco Juan Martínez Rojas, presidente de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, no es óbice para reconocer que en la vasta documentación custodiada en dependencias eclesiales hay auténticas joyas artísticas. Aunque en algunos casos el valor crematístico no es relevante, sí lo es la información que contienen, a través de la que se puede reconstruir parte de la historia de la Iglesia y de la sociedad.
En un archivo de la Iglesia podemos encontrar de todo. En primer lugar, lo referido a bautismos, matrimonios y muertes; en definitiva, la vida del pueblo y sus costumbres. Siendo más concretos, podemos hallar incluso información referente a pandemias, que aparecen perfectamente reflejadas en los libros de defunciones. También documentos que muestran la relación con la Santa Sede, como son los bularios, donde se pueden consultar los nombramientos de obispos, creación o traslado de diócesis… o la correspondencia que da fe de los vínculos con el poder civil, sobre todo, a efectos económicos. Incluso se recogen los juicios que se dirimían en audiencia episcopal, pues hasta las Cortes de Cádiz era posible acudir a la justicia eclesiástica para resolver, entre otras cuestiones, pleitos por lindes o robos.
Martínez Rojas, que además es vicario general y archivero de Jaén, ejemplifica esta variedad y valor a través de dos documentos de su archivo diocesano. El misal del cardenal Merino –obispo de Jaén en el Renacimiento–, que consta de 300 hojas de pergamino todas escritas a mano y que fueron iluminadas por el artista Matteo da Milano. Y el documento del inicio de la causa de canonización de san Juan de la Cruz en 1621, que es un legajo con letra de escribano, poco atractivo a nivel material, pero que tiene gran importancia histórica pues en él se recogen testimonios de personas que lo habían conocido.
En estos silos documentales de la Iglesia hallaremos, además, papeles que, por avatares de la historia, han acabado allí, aunque no son propiamente religiosos. Martínez Rojas refiere el caso del archivo del Colegio del Patriarca de Valencia, donde se conservan los protocolos notariales comprados por san Juan de Ribera (1532-1611) ante la posibilidad de que se perdiesen. O el archivo de UCD de la provincia de Jaén, que se encuentra en el archivo histórico de esta diócesis, situado en la catedral.
La defensa y la conservación de este ingente patrimonio documental es una de las tareas de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, que este año celebra sus bodas de oro. «Son 50 años de difusión y estudio», explica su presidente, cuyo culmen han sido sus congresos periódicos, recogidos en la revista Memoria Ecclesiae, en los que se han estudiado cuestiones como las reliquias, las fiestas, las peregrinaciones…
Al cumplir este aniversario se plantean dos retos: la formación y la pastoral. «Los creyentes tienen que ser expertos en lo sobrenatural. Y, por tanto, tiene que haber una acogida y luego una labor de catequización, pues muchos de los investigadores que llegan a nuestros archivos desconocen aspectos fundamentales de la Iglesia», explica Martínez Rojas, que confiesa que los archivos pueden llegar a ser un lugar desde el que acceder a las periferias existenciales. Se trata de acercarse a los que no creen a través del patrimonio y la cultura.