Se está estrenando en diversas ciudades, previa petición, un interesante documental sobre el santuario mariano de Arantzazu, situado a diez kilómetros de Oñate (Guipúzcoa). El documental se acerca al santuario desde diversas perspectivas, convergentes pero heterogéneas. La primera es profana: para muchos, Arantzazu es un lugar de encuentro con el misterio de la naturaleza, un entorno de espiritualidad genérica y un indiscutible centro generador de identidad vasca y de promoción del euskera. En los últimos años del franquismo, el santuario fue referente del nacionalismo, como lo fue Montserrat en Cataluña. Desde esa óptica lo cristiano no aparece, y por ello se entiende que una psicóloga interviniente diga: «La esencia de Arantzazu es que está llena de nada. Quien viene a Arantzazu se va con mucha más nada de la que ha venido».
Pero el documental de Pello Sarasua enseguida da un giro y se centra en la realidad viva, no de piedra, del santuario: los franciscanos, que llevan allí 500 años. Sarasua entrevistó a siete frailes, con cada uno de los cuales estuvo conversando entre dos y tres horas. Unos y otros van tejiendo el rostro cristiano del santuario a la vez que reconstruyen una historia que ha ido claramente de más a menos por un proceso de secularización que en el País Vasco ha sido especialmente sangrante. Por ejemplo, el franciscano Jose Mari Arregui comenta que en los años 1960, cuando él era un chaval, la sociedad de Oñate, su pueblo, era completamente religiosa: «Oñate era una gran sacristía. Lo que decía el cura iba a Misa». En aquellos años había 120 franciscanos en el santuario y 150 en el seminario contiguo.
Los frailes entrevistados van recordando su vocación, explicando el sentido de su vida religiosa, sus ocupaciones diarias, la oración, a la vez que rememoran hechos o personas relevantes en la historia del santuario. Un fraile recuerda cómo hasta 1965 había dos peregrinaciones: la diurna, para mujeres, y la nocturna, para hombres. Miles de personas llegaban andando desde Oñate y lo hacían rezando, cantando, confesándose… También evocan a Vitoriano Gandiaga, franciscano y poeta en lengua vasca, o el proyecto Gomiztegui, en el que los franciscanos impulsaron una escuela de pastores, al frente de los cuales estuvo Nikolas Segurola, franciscano y pastor. También contribuyeron a la cría de ovejas que dieron lugar al famoso queso de Idiazábal, o los huertos en los que se llegaron a cultivar 60.000 puerros que salvaron del hambre a los frailes.
La última parte del documental se centra en las cuestiones arquitectónicas, en la colaboración entre los frailes y los arquitectos Sáenz de Oiza y los escultores Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. El resultado final de la película es un interesante caleidoscopio, que no oculta luces y sombras, que muestra lo que hay y lo que falta, y que mira al futuro, al decir de uno de los frailes entrevistados, con esperanza: «No importa que seamos pocos».
Se pueden solicitar pases en la web arantzazudokumentala.eus/es/.
Pello Sarasua
España
2024
Documental
Pendiente de calificación