Aquí faltan Ibrahima y Tidiany
La Guardia Civil detiene al empresario sospechoso de las desapariciones de dos temporeros de Jaén. El delegado de Migraciones denuncia la «precariedad extrema» en la que viven muchos trabajadores migrantes
La detención el lunes del patrón sospechoso de la desaparición de un trabajador migrante en Villacarrillo (Jaén) ha reavivado el debate sobre la situación de vulnerabilidad que enfrentan los temporeros en el campo andaluz.
La Guardia Civil detuvo un empresario del ramo de la aceituna que está siendo investigado por la desaparición de Ibrahima Diouf, un jornalero senegalés de 31 años del que no se tiene noticia desde el 5 de enero de 2021. Se da la circunstancia de que el empresario fue condenado en 2016 por explotación laboral, y anteriormente fue acusado por la desaparición de otro temporero a su cargo en 2013, Tidiany Coulibaly, un inmigrante maliense de 22 años, delito del que se le absolvió por falta de pruebas. Ambos casos constituyen la historia que vertebra el documental Jornaleros: el mal patrón, que se estrenó a finales del año pasado.
«Es excepcional que ocurran desapariciones como estas, pero no lo es la precariedad extrema en la que viven muchos trabajadores migrantes», explica Jesús Castro, delegado de Migraciones de Jaén. «Todos los elementos de pobreza que les rodean son los que pueden hacer que sucedan casos así: son jóvenes, sin papeles, no tienen apoyo familiar o social aquí, y desconocen sus derechos legales», añade.
El caso ha impactado especialmente a aquellos que, como Castro, han acompañado de cerca a la comunidad migrante. «En su día conocí a los familiares de Tidiany, a quienes estuve acompañando desde la delegación de Migraciones», cuenta.
La legislación española exige un mínimo de dos años de residencia antes de poder regularizar la situación de una persona migrante, lo que deja a muchos trabajadores atrapados en la economía sumergida. «No pueden acceder a permisos de trabajo ni de residencia de forma inmediata», denuncia Castro, que explica que «nuestra ley de extranjería los obliga a esperar años, lo que los empuja aún más a la posibilidad de ser explotados y a ser víctimas de abusos laborales».
Sin embargo, su presencia en sectores como la agricultura es fundamental. «Sin ellos, el campo andaluz no funcionaría. Son imprescindibles, porque sin mano de obra inmigrante, sería imposible», abunda el delegado de Migraciones de Jaén.
La comunidad migrante en la zona vive pendiente de la resolución del caso, pero «para ellos su día a día es la lucha por la supervivencia. Están centrados en encontrar empleo y enviar dinero a sus familias». Por eso, pasar por todas estas circunstancias «los hace increíblemente resilientes, pero no dejan de ser vulnerables», explica asimismo.