Antonio Díaz Tortajada: «El compromiso de los cofrades es un ejemplo»
«Los curas no podemos llegar a las cofradías y ponerlo todo patas arriba», afirma Antonio Díaz Tortajada, delegado de Religiosidad Popular de Valencia, sobre un fenómeno «del que podemos aprender mucho»
«Hay mucha gente que vive la religiosidad popular al margen de la fe; para ellos esta puede ser un pórtico de entrada. Y hay cofrades que a lo mejor no viven la fe al 100 %, pero con ellos se puede hacer un buen trabajo pastoral, siempre teniendo en cuenta que no se puede pedir todo desde el principio, sino que hay un proceso»: esto es lo que ha aprendido el sacerdote Antonio Díaz Tortajada de un mundo, el de la religiosidad popular, al que lleva vinculado varias décadas, y que ve como «un buen recurso para evangelizar».
¿Qué es la religiosidad popular?
Es la vivencia sencilla de la fe del pueblo, expresada en forma de una procesión, de una visita al cementerio para llevar una flor a un familiar difunto, de una romería, de poner dos cirios a santa Gema o a cualquier otro santo… En definitiva, es un conglomerado de experiencias que tenemos los bautizados por las que expresamos nuestra fe una manera que no es propiamente litúrgica, pero sí muy real.
¿Dónde queda la liturgia entonces?
La religiosidad popular hay que purificarla y limarla, para quitar de ella todos los abrojos que pueda tener alrededor y así llegar a lo nuclear de la fe cristiana, que es la Eucaristía y la comunidad reunida en torno al altar.
El sacerdote Antonio Díaz Tortajada (Castielfabib, 1947) es también licenciado en Periodismo. Tras su ordenación estuvo tres años en Madrid colaborando en la cadena COPE. Ha sido durante más de 25 años prior de la Semana Santa Marinera de Valencia, diócesis en la que actualmente es delegado de Religiosidad Popular.
Muchas veces se han considerado estas devociones como si fueran una fe de segunda división…
Ciertamente, incluso de tercera o de cuarta. Creo que esto se debe a un movimiento de reflexión teológica que ha marginado la religiosidad popular hasta el punto de no importarle siquiera que desparezca. Buscaban siempre lo fundamental, la vivencia de la fe solo en la liturgia. Hubo incluso algunos teólogos latinoamericanos que en un momento determinado propugnaban desbancarla, pero tuvieron que claudicar, porque la fe de todos los pueblos tiene muchas adherencias culturales subterráneas que no se pueden ignorar. Sin embargo, creo que ahora la situación es mejor, ha habido una revitalización y se ha comenzado a estimar como se debe. El mismo Papa Francisco la valora y hace referencia a ella en muchas ocasiones.
¿Es esta una pastoral incómoda para los sacerdotes?
Puedo contar mi experiencia. Pocos años después de ordenarme me destinaron a una parroquia con diez o doce cofradías. Yo iba con mucha ilusión por colaborar en la pastoral, pero me encontré con que en el lenguaje de las hermandades se hablaba de la cofradía por un lado, y de la parroquia por el otro. Era una dicotomía brutal, como si fueran dos realidades distintas y separadas. Había cofrades que ni siquiera estaban bautizados, y muchos vivían su devoción al margen de las realidades concretas de la fe. Tuvimos que trabajar muchísimo para que al final se introdujeran en la vida parroquial. Es un trabajo entusiasmante.
¿Qué le diría a un sacerdote que esté viviendo eso ahora mismo?
Mira, en todos los pueblos y en todas las parroquias hay religiosidad popular. Los sacerdotes pueden aprovechar esta realidad para evangelizar. Lo bueno es que tienen a la gente bien cerca, en la propia parroquia. Es una buena oportunidad.
¿Se puede evangelizar con éxito en este ámbito?
Quizá no al 100 %, pero siempre se puede trabajar y caminar en esa dirección. Tenemos que acercarnos a esta realidad, que en definitiva es una muestra de la sabiduría popular con la que el pueblo cristiano vive su fe. Los curas no podemos ir a ponerlo todo patas arriba, porque nos quedaremos sin nada.
¿Cómo han afrontado las hermandades la pandemia?
Con tantas restricciones ha habido mucha creatividad a la hora de trabajar con las hermandades: celebraciones de escucha de la Palabra de Dios, momentos de oración, iniciativas online… que han mantenido vida la religiosidad popular. Espero que todo eso no se tire ahora por la borda.
¿Qué podemos aprender de esa fe de las hermandades y cofradías?
Los cofrades están enamorados de su paso y de su imagen, y eso es algo que nos puede hacer mucho bien. Cuánta gente va Misa para cumplir el precepto y ya está, o que pasa por alto la vida comunitaria. Ellos no. Ellos viven su pertenencia a la hermandad con una exigencia y una responsabilidad que pasa hasta por su bolsillo. De todo esto podemos aprender. Su compromiso nos puede ayudar mucho.
Antonio Díaz Tortajada
Letrame Editorial
2021
490
12 €
