Ante el fallo del TC que avala como matrimonio la unión de homosexuales. «Nos quieren ningunear» - Alfa y Omega

Ante el fallo del TC que avala como matrimonio la unión de homosexuales. «Nos quieren ningunear»

Lo sepan o no, todos los matrimonios y familias se ven afectados por el fallo del Tribunal Constitucional que avala el mal llamado matrimonio gay. ¿Ya no son marido y mujer, sino cónyuge A y B? ¿Ya no son padre y madre? ¿Cómo explicar todo esto a los hijos? Lejos de caer en pensar que allá cada cual con su vida, o que se casen si se quieren, muchas familias plantan cara a la dictadura de lo políticamente correcto. Entre ellos, Manuel y Oristila, coordinadores de pastoral familiar en la Vicaría III de la archidiócesis de Madrid

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Manuel y Oristila, con sus tres hijos, en Fátima, al comienzo de la Misión Madrid.

«Nos sentimos agredidos porque nos están ninguneando. Nosotros no somos ni cónyuge A ni cónyuge B; somos marido y mujer, padre y madre»: Manuel y Oristila son uno de los millones de matrimonios que hay en España y que se van a ver afectados directamente por el fallo del Tribunal Constitucional que ampara el mal llamado matrimonio gay. Padres de tres hijos, han recibido con amargura la noticia de la última sentencia del Tribunal Constitucional sobre el matrimonio gay.

«Resulta que ahora hay que decir hombres y mujeres, vosotros y vosotras…, pero ahora van y, cuando sí tienen que hacer una distinción, nos igualan», comentan. Pero su humor no oculta su desconcierto: «No hemos recibido bien la noticia. El mal llamado matrimonio entre homosexuales va en contra de la naturaleza: no se trata de apelar a un criterio religioso, sino simplemente a la moral natural. En toda la historia de la Humanidad se ha entendido el matrimonio como la base de la sociedad, porque es la única unión que engendra vida, y eso no se está respetando hoy. La única manera de que crezca una sociedad es teniendo hijos, y eso no se está respetando».

Hay que perder el miedo

La deriva de lo políticamente correcto en la que ha caído el TC y que se está extendiendo a buena parte de la sociedad, trae consigo el peligro de que está entrando como un misil en la conciencia de los menores, indefensos ante la presión de la propaganda gay. «Tenemos que plantearnos qué sociedad queremos dejar a nuestros hijos», señalan Manuel y Oristila. Y confirman que, en casa, tienen una delicada pero irrenunciable labor educativa en este terreno: «Nosotros estamos educando a nuestros hijos con nuestro criterio; les explicamos que estas personas están viviendo de forma equivocada sus afectos. Hay que hablar claro, explicarles que hay personas que manifiestan sus afectos de forma errónea, matizando también que lo equivocado no es la persona, y que hay que respetar a todos. Nuestros hijos no lo tienen fácil, porque la sociedad no nos ayuda; pero intentamos hacerles ver que no somos tan pocos, ni estamos tan solos como pueda parecer. Por eso, intentamos participar en manifestaciones y en asociaciones donde estamos con familias con nuestros mismos criterios».

En realidad, toda la tormenta mediática que se ha desatado en torno a este asunto es una oportunidad para la educación de los hijos: «Es algo que está en la calle, en las noticias, en los debates…; por eso tenemos que hablar con ellos, de forma natural, y dar razón de la verdad. Hay que hablar mucho y perder el miedo».

Cueste lo que cueste

Manuel y Oristila también tienen amistades que aplauden la sentencia del TC, e incluso que se van a ver beneficiados de su resolución. «Nosotros tenemos muy buena relación con personas gays, pero cuando han celebrado su unión, por respeto no nos han invitado, porque saben cómo pensamos. Y a nuestros hijos les hacemos ver que, aunque queramos mucho a estos amigos, se han equivocado en eso. No vamos en contra de ellos, ni vamos a cortar esta relación, pero tenemos que hacer ver a nuestros hijos que eso no es lo correcto. Les explicamos que ese matrimonio no es como el de papá y mamá, y que el amor no depende de cómo te sientes o de lo que te apetece en un momento determinado».

También tienen otros amigos que no piensan como ellos, por lo que, cuando sale el tema, «en ese momento hay que ser valiente y decir: No estoy de acuerdo, aunque estés en una mesa llena de gente que no opina del mismo modo que tú. Es importante estar dispuesto a dar el punto de vista de la familia, porque muchas veces no aparece; y debemos dar este testimonio, aunque nos cueste».

No es lo mismo

Como coordinadores de pastoral familiar de una de las Vicarías de la archidiócesis de Madrid, Manuel y Oristila subrayan que los católicos y las familias en general no podemos caer en el dualismo, en el divorcio entre fe y vida: «No podemos tener una vida social, por un lado, y una vida cristiana, por otro. Deben ser dos dimensiones que estén unidas. Si surge este tema, habrá que dar un paso al frente y decir las cosas tranquilamente. La Iglesia no va en contra de los homosexuales, sino que reclama lo que siempre ha sido, no sólo desde un punto de vista religioso, sino natural: que la familia es lo que es, y el matrimonio es lo que es, y no pueden ser de otra manera. No tenemos por qué acomodarnos al momento social». Eso no quita para que exista el deber de «acompañar a las personas» con esta inclinación, pero «no valen las buenas intenciones; hay que formarse bien para dar el mensaje correcto y no desvirtuarlo». Pero, al final, hay una cuestión clave que se va a dilucidar en el trato cotidiano con aquellos que nos rodean: «¿Nos atrevemos de verdad a decir que mi matrimonio no es lo mismo que la unión de dos personas del mismo sexo?», concluyen.