Año nuevo japonés - Alfa y Omega

El año nuevo es muy importante para el pueblo japonés. Son días de descanso y celebración en familia. Los que viven en grandes ciudades, a las que se han mudado por trabajo, vuelven a sus ciudades de origen para reunirse con los suyos y celebrar la venida del nuevo año.

Hay varias cosas características de esta celebración. La primera es que todo el mundo envía tarjetas de felicitación del año nuevo, normalmente con un dibujo del horóscopo chino de ese año y también con fotos de la familia, o de acontecimientos significativos que han vivido.

La segunda es que el día 31 por la noche es costumbre ir al templo, donde se hacen sonar las campanas un número establecido de veces como ritual para expulsar los malos espíritus. Y desde el día 1 hasta el día 3 se va a rezar al templo sintoísta agradeciendo el nuevo año y pidiendo que esté lleno de bendiciones. La tercera es la costumbre de ir a ver la primera salida del sol del año. Y la cuarta es la comida y las decoraciones típicas de año nuevo. En el momento del paso de año se come una sopa de fideos de trigo sarraceno, fideos largos que simbolizan una larga vida. Por la mañana del día 1 se desayuna una sopa de pollo con mochi, unas bolas de arroz gomoso que se tuestan. Y durante los tres primeros días se come el osechi ryouri, que son distintas comidas de colores vivos, especialmente rojo y blanco, colores de celebración. Las mujeres han preparado con antelación la cantidad necesaria para no tener que cocinar durante esos días de descanso. En esos días adornan las puertas de las casas con una decoración hecha de bambú, ramas de pino, una mandarina y unos cordones dorados y rojos.

Este año, como en los demás países, muchas familias no se pudieron reunir. Conozco estudiantes en Tokio que optaron por quedarse para no poner en riesgo a los suyos. Y al mismo tiempo, creo que ha sido un año de solidarizarnos con todos los que lo pasan solos y de valorar mucho más el regalo de la fe, que nos dice que la unión entre nosotros no la puede romper la distancia, porque en el amor no hay distancia.

Especialmente quiero pedir por aquellos que no pueden decir esto porque no han tenido la oportunidad de despertar a la fe. Por ellos seguimos siendo misioneros, para que les pueda llegar esta buena noticia: no estás solo. Dios es nuestro padre y nuestra madre, somos hermanos y Él nunca nos abandona. Dios es amor y, cuando amamos, estamos unidos desde cualquier rincón.