Ángel Luis Ortiz González: «Siempre que haya una alternativa a la prisión hay que utilizarla» - Alfa y Omega

Ángel Luis Ortiz González: «Siempre que haya una alternativa a la prisión hay que utilizarla»

El secretario general de Instituciones Penitenciarias reconoce el trabajo de la Iglesia en la cárcel. Él mismo participó en el Camino de Santiago organizado por la Pastoral Penitenciaria para más de 100 internos

Fran Otero
Ortiz, en la sede de Instituciones Penitenciarias en Madrid. Foto: Fandiño.

La Iglesia, a través de la Pastoral Penitenciaria, es una de las 566 entidades que colaboran con Instituciones Penitenciarias. ¿Cómo valora su labor?
Es la entidad que mayor implantación tiene. Está en todos los centros penitenciarios que dependen de nosotros, y también en los de Cataluña y País Vasco. Hace una buena labor dentro y fuera. Esta última es importante, porque en la prisión nos esforzamos en la reinserción y la reeducación, pero las personas, en ocasiones, no encuentran fuera el apoyo necesario. Y la pastoral acompaña este tránsito. Está comprometida especialmente en casos que no son precisamente fáciles. Nunca se ha echado atrás.

¿Cómo es la relación entre ambas instituciones?
De profundo respeto y colaboración. La pastoral tiene el mismo régimen que cualquier otra entidad. Ahora mismo, participa en 102 programas de tratamiento y alcanza a 11.600 internos de un total de 46.875.

Me consta que también hay buenas relaciones personales.
Existe sintonía entre los directores y los capellanes. Yo no conozco a todos, pero sí tengo contacto con algunos. Cuando era juez de Vigilancia Penitenciaria conocí a los que estaban en los centros que supervisaba, Alcalá Meco y Valdemoro. Ahora he podido conocer a más, algunos muy mediáticos, como Paulino Alonso, de Soto del Real. Pero también a los de Burgos, Salamanca, Navalcarnero… Y tengo relación con Florencio Roselló [responsable en la Conferencia Episcopal].

Hace poco, la Pastoral Penitenciaria organizó para más de 100 internos de diez prisiones el Camino de Santiago. Usted los acompañó en los últimos kilómetros. ¿Cómo fue la experiencia?
Muy buena. Valoro la iniciativa de la pastoral, que ha sido capaz de movilizar a todos estos internos, además de a decenas de funcionarios y voluntarios. Hay que agradecérselo, porque no es fácil y salió todo bien. Cuando hablo de estas actividades, siempre me preguntan por el número de efectivos de la Guardia Civil que van. No iba ningún guardia civil ni ningún policía. La actividad está enfocada desde el punto de vista de la responsabilidad. Yo me sumé a título personal porque creo que merecía ser apoyada. Fue muy emocionante escuchar los testimonios de los internos. Uno de ellos contó que este había sido como el viaje de fin de curso que no disfrutó cuando era adolescente porque su familia no tenía recursos.

¿Qué aportan estas actividades?
Son importantes, porque hacen responsables a los internos.

¿Vive la sociedad, en general, de espaldas a la prisión?
Unas 80.000 personas pasan cada año por el sistema penitenciario. Aunque es nuestro mundo, no deja de ser un mundo pequeño. Además, el sistema lleva tiempo funcionando de manera normalizada y es natural que no estemos en primer plano. En los años 70, las prisiones abrían los titulares de los periódicos. El funcionamiento normal hace que la sociedad no tenga un conocimiento directo y no se implique. Por otra parte, es bueno que haya entidades, la pastoral y otras, que entren y den a conocer lo que ven y lo que se hace. Es importante que la prisión sea permeable. Se hacen muchas cosas buenas.

Bio

Natural de San Clemente (Cuenca), donde nació en 1960, llegó a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias en 2018, tras 20 años muy cerca de las cárceles españolas, primero como responsable del área de prisiones del Defensor del Pueblo y luego como juez de Vigilancia Penitenciaria.

Dígame alguna.
Tenemos un sistema en el que no hay hacinamiento. El número de internos que está cursando una enseñanza oficial —también universitarias— es de 13.340, el 32 % del total. Además, más de 12.000 tienen un puesto de trabajo retribuido y generamos más de tres millones de euros en nóminas al mes. Y trabajamos para que puedan modificar su comportamiento y no reincidan. La mejor prueba para evaluar si lo hacemos bien o mal es la tasa de reincidencia, que nos dice que ocho de cada diez personas que pasan por prisión no vuelven.

En el X Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria, celebrado hace pocos días, se reflexionó sobre otros modos de cumplir las penas. ¿Se pueden hacer sin pasar por prisión?
Cada año se dan en torno a 130.000 condenas alternativas. Es una línea correcta, porque evita que muchos condenados acaben en la cárcel. Siempre que haya una alternativa a la prisión, hay que utilizarla. En algunos casos no cabe otra opción. Ojalá algún día encontremos una respuesta que no sea la pena de prisión. Ahora bien, también nos tenemos que esforzar por dar otro contenido a la privación de libertad, en el sentido de llenarla de dignidad y condiciones idóneas. Se pierde la libertad, pero no todo lo demás. Lo ideal es no entrar en prisión, pero, si entras, el reto es ofrecer un tratamiento adecuado a cada persona según sus carencias, que salga mejor de lo que entró.