Andrea Riccardi: «La Iglesia hoy tiene que luchar contra la indiferencia»
Para el fundador de Sant’Egidio, la Iglesia arde, pero esto «puede ser una oportunidad» de cara al futuro. «El gran riesgo es contentarse con sobrevivir»
¿Qué piensa de todo lo que está ocurriendo en Ucrania el fundador de una comunidad que tiene la paz como uno de sus principales referentes?
Con la invasión de Ucrania se inició el mayor conflicto en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. He conocido muchas guerras, pero nunca pensé que pudiera volver con tanta violencia en nuestro continente. Y vemos su crueldad: miles de muertos y, en menos de un mes, más de tres millones de refugiados. Es un dolor particularmente agudo para mí, porque Sant’Egidio está presente desde hace años con algunas comunidades en Kiev, Leópolis y otras ciudades de Ucrania. Muchos de los nuestros han tenido que huir con sus familias al oeste del país, otros están en Polonia. Hace unos días, un misil impactó en la sede de Sant’Egidio en Kiev, un semisótano donde, desde el comienzo de la guerra, algunos jóvenes, familias e incluso una persona con discapacidad se habían refugiado. «Desde hoy me he convertido en un refugiado», me dijo un amigo. La noticia fue terrible.
Acaba de volver de la zona del conflicto. ¿Qué ha visto allí? ¿Qué está haciendo la Comunidad de Sant’Egidio?
Fui a la frontera entre Eslovaquia y Ucrania, y luego a la frontera polaca y a Varsovia. Vi el trabajo solidario de Sant’Egidio: muchos jóvenes que libremente acogen, guían y acompañan a los refugiados ucranianos. Es una red de protección que involucra a Sant’Egidio no solo en Eslovaquia y Polonia, sino también en Hungría, República Checa, Italia, Alemania, España… Mucha gente ofrece recursos y trabajo voluntario. Se trata de una solidaridad que supera nacionalismos, lo que es una gran propuesta para nuestra Europa. El mensaje que lanza Sant’Egidio en esta tragedia es el de un profundo repudio a la guerra, que deja al mundo peor de lo que lo encontró y no cura los conflictos, sino que deja una estela de odio y sufrimiento.
Ucrania no es lo único que está en llamas. Usted dice que también la Iglesia. ¿Por qué motivo?
En este libro me pregunto si la actual crisis se trata de una de las tantas que ha vivido el cristianismo o, por el contrario, de una decadencia definitiva. Creo que esta crisis no significa necesariamente un final. Puede ser una oportunidad para abrirse al futuro, conscientes de que el gran riesgo es contentarse con sobrevivir, lamentando un pasado mejor y limitando las iniciativas año tras año por la progresiva pérdida de recursos y energías. La crisis de la Iglesia esta vez no está determinada por factores externos, como la persecución del comunismo. Proviene de razones internas, y de la relación con la sociedad. El verdadero problema es la falta de atractivo.
¿Cómo ve la situación en España?
Aquí hubo una rápida transformación de la sociedad, de las costumbres, de la familia, y resurgió la hostilidad anticatólica en varios ambientes. Algunas estadísticas son llamativas: por primera vez en la historia, en España, el número de ateos supera al de católicos practicantes, un fenómeno presente sobre todo en el mundo de los jóvenes, como demuestra el desplome de los bautizos infantiles y las bodas por la Iglesia. Por otro lado, se está extendiendo una alternativa cristiana al catolicismo, con el rápido crecimiento de las sectas pentecostales, que atraen principalmente a inmigrantes latinoamericanos. En menos de 20 años el número de adeptos ha pasado de 400.000 a millón y medio. El neoprotestantismo es un desafío importante para la Iglesia, no solo en América Latina y África, sino también en Europa.
¿Cómo ha influido el tema de los abusos, a nivel general, en esta situación?
El Papa Francisco usa una expresión fuerte: la «mundanidad espiritual» que entra en la Iglesia. Le debemos mucho al Papa Bergoglio, aunque algunos observadores notan confusión en el gobierno de la Curia: los acontecimientos de las finanzas del Vaticano, en particular, son un tema sensible para la opinión pública, junto con el abuso de menores por parte del clero. Sin embargo, la firmeza del Papa en estos asuntos encontró resistencia. ¿Tendrá éxito? La maquinaria del Vaticano es compleja. Francisco, en un mundo cambiante y lleno de problemas, no es un príncipe reformador de la Curia, sino que pretende llenar espiritual y humanamente los inmensos vacíos abiertos por la globalización. Su desafío, esbozado en la Evangelii gaudium, es el de una Iglesia misionera, misericordiosa y atractiva, que parte de los más pobres y de la defensa de la casa común.
De la agonía al resurgimiento es el subtítulo del libro ¿Cómo se pasa de uno a otro?
En cada época la Iglesia está llamada a vivir una dimensión agónica, es decir, de lucha, tanto porque encuentra oposición y resistencia, como porque no puede adaptarse al espíritu de la época. ¿La solución? Aceptar vivir en la crisis. La Iglesia hoy está llamada a una condición de lucha, pero esta vez no contra los enemigos externos –como las ideologías del siglo XX, el siglo de los mártires–, sino contra la indiferencia. El gran desafío para nosotros los cristianos es apasionarnos y apasionar por el Evangelio. El padre Aleksander Men, asesinado en 1990 por la KGB, escribió algo de lo que estoy profundamente convencido: «El cristianismo solo ha dado sus primeros pasos. La historia del cristianismo apenas comienza».
Andrea Riccardi
Arpa Editores
2022
280
19,9 €