Amando y perdonando cambiará el mundo
Esther Sáez, es una víctima del 11-M
Aún recuerdo mi primera JMJ, en Czestochowa, y mi encuentro personal con Cristo mientras escuchaba las palabras de Juan Pablo II: «No tengáis miedo a abrir las puertas a Cristo». Fue tan fuerte y tan intenso, que parece como si hubiese sido ayer.
Ese sentimiento ha permanecido en mí desde entonces; se ha ido reafirmando Jornada tras Jornada, aunque sólo fui a una más, la de París.
Y esas palabras, tantas veces pronunciadas por el Beato Juan Pablo II, pronunciadas ahora por su Santidad Benedicto XVI, me sirvieron de aliento cuando sufrí el atentado terrorista de 2004, en Madrid. Desde ese día resuenan en mi interior con una fuerza sobrehumana.
En la recogida de la Cruz de los jóvenes, en Roma, en 2009, y en concreto, en la audiencia del día siguiente, Dios me regaló poder estrechar la mano de Su Santidad Benedicto XVI y encontrar en sus ojos el bálsamo eficaz para curar mis heridas. Es una mirada que nunca olvidaré.
El hecho de que el Papa elija de nuevo España, tierra de María, para la Jornada Mundial de la Juventud, es cómo el maná enviado por Dios a su pueblo. Es un oasis en el que podemos descansar y recobrar fuerzas para seguir caminando de la mano de un Papa humilde y sencillo, que nos enseña que el amor es más fuerte que el odio, y que, amando y perdonando, podremos cambiar el mundo. Nos muestra la infinita misericordia de Dios para con el hombre y eleva la dignidad humana por encima de intereses personales.
¡Gracias por regalarnos otra Jornada Mundial de la Juventud! Y que Dios bendiga a nuestro Papa.