«Allí estoy Yo en medio de vosotros»
Cuando uno se pregunta dónde están los cristianos, un lugar de oración es un magnífico punto de partida para cualquier vocación, desde la enseñanza hasta la vida pública
La semana pasada el Papa creó 13 nuevos cardenales. Cuando terminó la celebración del consistorio público ordinario, el Santo Padre y los once cardenales que estaban en Roma visitaron al Papa emérito, Benedicto XVI, en la capilla del monasterio Mater Ecclesiae. Cantaron juntos la salve y el emérito les dio su bendición. Aquí pueden verlos.
A mí ha gustado mucho ese detalle de que cantasen la salve. La Iglesia ama la historia y ama la música. Sin historia uno no sabe quién es. Sin música, uno se olvida del paraíso al que puede aspirar, no por sus propios méritos, sino por el amor de Dios que se ha derramado sobre el género humano.
Tal vez en esto resida la fortaleza de la Iglesia de Cristo. Se renueva desde las raíces. Se convierte sin destruirse. Se renueva sin romper con su pasado. En sus más de 2.000 años de vida, la Iglesia lo ha visto todo: las persecuciones de los césares, la conversión de Constantino, el hundimiento del Imperio romano, las invasiones bárbaras, las incursiones vikingas, Carlomagno, las invasiones islámicas en Europa, las cruzadas… Ha sobrevivido a todas las pandemias, las pestes y las plagas. Han intentado acabar con ella varias veces en los últimos siglos. Lo intentaron los jacobinos. Lo intentó Napoleón. Lo intentaron los comunistas, los nazis… Fracasaron todos. En esta foto están todos mirando a la Virgen y, bellísimo detalle, un ramo de flores que, en la pintura medieval, simboliza la pureza. Contra una comunidad unida por la fe y la oración, no hay quien pueda.
Me gusta que se vislumbre al Papa emérito sonriendo. En este valle de lágrimas que atraviesa el mundo, es fácil caer en el desánimo o la desesperación. Es necesario, pues, recordar que Cristo ha vencido al mundo y que nos ha dejado su Iglesia, frente a la cual las puertas del infierno no prevalecerán. Me acordaba de las fotos de san Juan Pablo II durante los primeros años de su pontificado, cuando parecía que el comunismo era invencible, y él salía ahí sonriendo y diciéndole a la humanidad: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!».
El encuentro fue en una capilla. No es un mal sitio para quedar. Cuando uno se pregunta dónde están los cristianos, un lugar de oración es un magnífico punto de partida para cualquier vocación, desde la enseñanza hasta la vida pública. Se empieza abandonando la oración y se termina pensando, como decía la canción de Misa, que uno es grande por su poder, por su saber o por su valor, cuando grande solo es Dios.
El otro día un Papa, un Papa emérito y once cardenales se reunieron en Su nombre.
Allí estaba Cristo en medio de ellos.