Alfredo Pérez de Armiñán: «La conservación del patrimonio dependerá de la economía»
Letrado de las Cortes Generales de profesión, además de ser vicedirector de la Real Academia de Bellas Artes ha desempeñado, entre otros, los cargos de secretario general técnico del Ministerio de Cultura, director general de Bellas Artes, presidente de Patrimonio Nacional y de Hispania Nostra, y director de la Fundación Caja Madrid.
¿Sabrá España potenciar su potencial cultural en las próximas décadas?
Dependerá esencialmente de dos factores: primero, de nuestra importancia del patrimonio cultural español. Segundo, de la aplicación de recursos suficientes por parte del Estado y la sociedad española para garantizar esa preservación. Y, evidentemente, en unas circunstancias que no son las que han prevalecido hasta ahora.
¿Se refiere por recursos solo al erario o también a otras fuentes de financiación?
He hablado del Estado y la sociedad, y muy especialmente del sector sin fines de lucro. A este respecto tengo que decir que ha sido lamentable la desaparición del sistema de cajas de ahorro en buena medida: constituía, a través de sus departamentos de obra social, el núcleo principal del tercer sector español. Eso implicaba que prácticamente la mitad del sistema financiero español dedicaba su excedente, descontada la parte de reservas y el pago de impuestos, a obras sociales y culturales. Era una gran aportación económica al mantenimiento de la cultura, de modo especial al patrimonio cultural. Eso se ha perdido con la crisis de las cajas de ahorro. Y no podrá ser sustituido en la misma medida por el mecenazgo privado.
Habrá que paliarlo.
Será muy difícil no ya sustituir esa aportación, sino incluso paliarla suficientemente. Evidentemente, cualquier medida a favor del mecenazgo será bienvenida. Y conviene reconocer que España trata peor a las personas físicas que a las jurídicas. Es injusto y contraproducente.
Hablemos de territorio. ¿Cómo puede ayudar el patrimonio histórico para acabar con la España vaciada?
La España vaciada, desgraciadamente, no se acabará porque se den más ayudas. Lo que sí es cierto es que puede paliarse, y de forma eficaz, la actual tendencia a la despoblación. Incluso se podrían conseguir recursos que permitieran, si no la completa repoblación, al menos la fijación de población y la sustitución de población envejecida por población joven. Pero no nos debemos engañar: la posibilidad de la conservación del patrimonio dependerá fundamentalmente de la bonanza económica de España.
¿Seguirá teniendo carácter sagrado el patrimonio religioso?
Nos enfrentamos a varios problemas a la vez: por un lado, está el descenso de vocaciones, de modo especial en las órdenes monásticas y contemplativas. Por otro, está la escasez de clero secular para la atención a las parroquias, especialmente en las zonas más despobladas. Por último, está la tendencia –experimentada en otros países europeos– de dar otro uso a edificios dedicados al culto.
¿Será la tendencia dominante?
No creo que del todo. Primero, porque hay muchos edificios de culto que son muy difíciles de transformar en otra cosa: no es tan sencillo. Segundo, porque muchos de esos edificios están en lugares poco poblados y no es siempre fácil darles un uso económicamente rentable. Por tanto, y no digo que la Iglesia no aporte, la carga de conservación del patrimonio religioso seguirá estando en manos de las administraciones públicas, sin las cuales no hubiera sido posible su restauración o su conservación.