En los últimos dos años, la Iglesia de Myanmar no ha podido abrir la mayoría de seminarios menores y las escuelas de catequistas por la COVID-19 y la inestabilidad política en el país. Ahora, a pesar de las dificultades y riesgos, vuelven a estar operativos.
Por ejemplo, en la diócesis de Kalay se abrió a principios de junio el seminario intermedio de la Asunción. Su rector, el padre Robert Pau Gin Mung, dijo entonces: «Comenzamos el año con gran alegría después de dos años sin seminaristas». En estos momentos hay 15 candidatos al sacerdocio de las diócesis de Kalay y Hakha. Estudian el catecismo, inglés avanzado, latín básico, además de otras materias espirituales, humanas y pastorales.
Por su parte, el Centro de Formación de Catequistas San Pedro y San Pablo, de la archidiócesis de Yangon, también abrió sus puertas este mes. Este año los alumnos son 19. «La Iglesia tiene una gran expectativa sobre estos aprendices que van a servir como catequistas allá donde sean enviados», afirma el padre Jerome Win Shwe Kyi, director del centro. Se espera que estas personas adquieran competencias para colaborar con los sacerdotes y religiosas de sus pueblos, centros parroquiales o diocesanos.
Antes de la pandemia, además de los participantes de la diócesis de Yangon, también acudían de otras Iglesias locales como Mawlamyine, Hpa-An, Taunggoo, Pyyay y Lashio.
Junto a esta buena noticia, hay una pena. Miles de ciudadanos siguen sufriendo en el país, pues no tienen nada que llevarse a la boca. Cada vez son más las personas que tienen que desplazarse para no pasar hambre. Por esta razón, la Conferencia Episcopal de Myanmar —reunida recientemente en asamblea plenaria en Yangon— ha expresado su preocupación por la situación de ansiedad en la que vive la gente y por la seguridad de las personas, especialmente de ancianos, personas con discapacidad, niños, mujeres y enfermos.
Los obispos animan a los sacerdotes, religiosos y laicos a seguir asistiendo a los refugiados sin mirar su fe o procedencia, y sin ningún prejuicio ideológico. También piden a las diócesis que se impliquen en la construcción de la paz y mantengan la oración.