«¡Alegrémonos por el don de la fe!» - Alfa y Omega

«¡Alegrémonos por el don de la fe!»

Benedicto XVI ha comenzado su nueva vida como Papa emérito. Atrás quedan las jornadas contadas con cronómetro de audiencias, encuentros públicos, y despacho de asuntos que tocan a la Iglesia universal. En sus últimos días en Roma, Joseph Ratzinger ha insistido en algunos puntos centrales de su pontificado, como éste: «Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano»

Jesús Colina. Roma
Vigilia de oración, en la Plaza de San Pedro, la noche del 27 de febrero, víspera de su renuncia

A unos 30 kilómetros al sur de Roma, en la tranquilidad de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, con el lago volcánico de Albano como horizonte, Joseph Ratzinger ha encontrado la paz en la oración y la lectura (en estos momentos, está leyendo a su amigo y gran teólogo suizo Hans Urs von Balthasar), alternadas con breves paseos, ayudado por el bastón, y buena música.

Encuentro de despedida del Papa con los cardenales presentes en Roma, el jueves 28 por la mañana, en la Sala Clementina

Los discípulos de Ratzinger, quienes hicieron con él su tesis doctoral cuando era profesor en Alemania, esperan que, tras el nombramiento del nuevo Papa, su retiro, que continuará en el monasterio del Vaticano, pueda ser acompañado por momentos de intercambio con el antiguo maestro. Pero ahora, el Papa vive una especie de retiro espiritual. Este aislamiento busca sobre todo dejar plena libertad a los cardenales, que ahora preparan, en las Congregaciones generales, el Cónclave del que saldrá su sucesor. De hecho, el último encuentro público de su pontificado, el 28 de febrero, quiso dedicarlo a los cardenales. Él mismo les explicó cómo seguirá acompañando a la Iglesia en estos momentos: «Quiero deciros que seguiré cerca de vosotros con la oración, especialmente en los próximos días, para que seáis completamente dóciles a la acción del Espíritu Santo en la elección del nuevo Papa. Que el Señor os muestre lo que quiere. Entre vosotros, entre el Colegio de cardenales, también está el futuro Papa, al que ya desde hoy prometo mi reverencia y obediencia incondicionales».

El helicóptero del Papa parte desde el Vaticano hacia Castel Gandolfo

Benedicto XVI dejó también lo que ha sido interpretado como testamento espiritual particular, sintetizado en una frase del teólogo Romano Guardini: «La Iglesia no es una institución ideada y planificada, sino una realidad viva. Vive a lo largo del transcurso del tiempo, en devenir, como cualquier ser vivo, transformándose. Sin embargo, en su naturaleza sigue siendo la misma: su corazón es Cristo», les dijo a los cardenales, pocas horas antes de su marcha a Castel Gandolfo.

El Papa también se despidió a través de Twitter: «Gracias por vuestro amor y cercanía. Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida». El mensaje fue lanzado, el mismo 28 de febrero, a las cinco de la tarde, en el momento mismo en el que se dirigía a los jardines vaticanos para tomar el helicóptero que, por última vez, le permitiría sobrevolar su diócesis, como en otras tantas ocasiones. No hay mejor síntesis posible, en unos pocos caracteres, para este pontificado.

Simplemente, un peregrino

Era una tarde azul, la primera de este largo y lluvioso invierno romano. Las campanas de la Ciudad Eterna repicaron para decirle adiós. Pudimos ver en sus ojos emoción y tanta serenidad; emoción que el arzobispo Georg Ganswein, su fiel secretario, mostró con las lágrimas de sus ojos.

Benedicto XVI se retira, después de saludar a los fieles presentes en Castel Gandolfo

Al llegar a Castel Gandolfo, el Pontífice quiso asomarse al balcón del palacio apostólico para agradecer todo el afecto que le testimoniaron los peregrinos que llenaban la plaza de esa pequeña localidad. «Sabéis que, para mí, este día es distinto de los demás: no soy Pontífice Supremo de la Iglesia católica; es decir, lo seré hasta las ocho de esta tarde, después ya no –dijo hablando con el corazón abierto, sin papeles–. Soy, simplemente, un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quisiera todavía, con mi corazón, con mi alma, con mis oraciones, con mis reflexiones, con toda mi fuerza interior, trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la Humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Vayamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo. Gracias, buenas noches a todos; y ahora os imparto, de todo corazón, mi bendición».

Como niños en los brazos de Dios

Es la misma emoción que había comunicado, el día anterior, en su última audiencia general con más de 150 mil fieles: «Me gustaría invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son lo que nos permiten caminar todos los días, también entre las fatigas», dijo el Papa teólogo con una sencillez desarmante. Y añadió: «Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano».

Un guardia suizo cierra el palacio de Castel Gandolfo, al comenzar la Sede vacante

En este testamento espiritual, el ahora Romano Pontífice emérito compartió una oración que a él le gusta rezar todas las mañanas: «Te adoro, Dios mío, y te amo con todo mi corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano…». Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el don más precioso, que ninguno puede quitarnos. Demos gracias al Señor por ello todos los días, con la oración y con una vida cristiana coherente. ¡Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos!».