Alberto Sordi, el ángel protector de los ancianos
Este domingo, 24 de julio, la Iglesia celebra la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. La fundación del actor Alberto Sordi ha colaborado con el Vaticano en un vídeo para resaltar su importancia en la sociedad
Al rey de la comedia, Alberto Sordi, aclamado por representar como nadie los vicios de los italianos haciéndoles llorar de la risa, le preocupaba mucho el futuro de los ancianos. Pocos saben que fue el mecenas que permitió despegar un centro de atención para la tercera edad en colaboración con el campus universitario del Opus Dei en la periferia de Roma. Él también fue un anciano. Falleció en 2003 a los 82 años de un cáncer que le postró durante meses en la cama. A su lado, dándole la mano, siempre estuvo su fiel hermana Aurelia, su única compañera de vida. Solterón empedernido y católico de fe incorruptible, le dejó a ella toda su fortuna, incluidos los derechos de autor de todas sus películas. Y Aurelia, a su vez, delegó toda su herencia en manos de la Fundación Alberto Sordi que, desde 1992, se ocupa a través de diversos proyectos de la tutela los derechos de los ancianos. Un sueño hecho realidad.
Este mes de julio el Papa —que no usa medias tintas cuando habla del descarte de nuestros mayores por parte de la sociedad y que incluso lo ha catalogado como «grave pecado»— les ha dedicado a ellos sus intenciones de oración. Y la fundación del actor italiano ha colaborado con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida del Vaticano para la realización del vídeo, titulado Maestros de ternura. En él un matrimonio de avanzada edad saca una receta de un libro olvidado en la estantería de la cocina. Juntos preparan un postre, añadiendo con cuidado uno por uno los distintos ingredientes. Cuando está listo, lo sacan del horno y lo disfrutan con sus nietos. El Pontífice habla en primera persona, como uno más entre los ancianos a los que la sociedad les ofrece «muchos planes de asistencia, pero pocos proyectos de existencia».
Ciro Intino, director de esta fundación que promueve y opera programas de atención local en Italia para las personas mayores, está de acuerdo con Francisco: «A pesar del progresivo envejecimiento de nuestras sociedades, a los mayores no se les reconoce la identidad y el papel social que les corresponde, cuya importancia es fundamental para construir, como afirma el Papa, sociedades conscientes de sus raíces y capaces de soñar con un futuro más solidario». Además de dar respuesta a las necesidades médicas, la Fundación Alberto Sordi «también contempla la realización de diferentes actividades de servicios personales integrados que tienen que ver con los aspectos relacionales de las personas».
El veterano actor y director cinematográfico soñaba con crear una comunidad inclusiva en la que los mayores se sintieran partícipes y protagonistas. Un reto complejo, ya que el número de personas mayores de 65 años no ha dejado de crecer en las últimas décadas, sobre todo en los países más desarrollados, donde el 25 % de los mayores vive solo. «Las nuevas necesidades se refieren a cuestiones que no son solo sanitarias, sino también de vivienda, familiares y culturales en general. Son necesidades que exigen respuestas que no son meramente funcionales», incide Intino.
Para el abogado italiano, es necesario alimentar el sentido de pertenencia a la comunidad de los ancianos «desarrollando modelos de atención territorial innovadores, inclusivos y que sean compartidos tanto por las personas mayores como por los operadores sanitarios, los cuidadores y los voluntarios». El logotipo de la Fundación Alberto Sordi está acompañado por la frase Los mayores, una riqueza para todos. «No hace falta ser un experto para reconocer la contribución fundamental que hacen las personas mayores al conjunto de la sociedad. Pensemos, por un momento, en los cuidados que prodigan a sus nietos, también desde el punto de vista educativo, pero también su ayuda económica a favor de los miembros más jóvenes de sus familias», señala Intino.
El experto valora que la sociedad está en deuda con los ancianos. «Hay una necesidad muy fuerte de asistencia a la que no se le ha dado una respuesta integral. Pero incluso cuando la persona mayor parece más vulnerable y necesitada de atención, siempre queda su aptitud innata para mantener un papel activo y útil en la familia», incide Intino. Y agrega: «Los ancianos son los guardianes de un conocimiento y una tradición que la generación joven debe poder apropiarse, para convertirse en constructores de un mundo más bello».
Este domingo el Pontífice —que cumple 86 años en diciembre y que sufre dolor en la rodilla— pondrá rumbo a Canadá, demostrando que la vejez no tiene límites. Ese día la Iglesia celebrará la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.