Alberto Garrido: «En España la gente siempre tendrá el agua garantizada»
El profesor de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid propone la depuración y una planificación estatal para afrontar la crisis del agua
¿Realmente España se puede quedar sin agua?
Es una exageración. Tenemos una capacidad de desalinización infinita en todo lo que es litoral, e interiormente tenemos una cantidad de agua importante que se dedica a la agricultura. En las zonas del interior, cuencas del Duero, Tajo, Ebro y Guadalquivir, los usos agrarios son casi el 80 %. Por lo tanto, el día que haya menos agua habrá que regar menos, pero la gente siempre tendrá el agua garantizada.
¿Estamos preparados, entonces, en España para una gran sequía?
Sí. Hay muy buenos estudios y hay muy buenos protocolos. Se va a aprobar ahora la tercera generación de planes de sequía, que se ajusta a las nuevas proyecciones del clima y a los datos hidrológicos y meteorológicos. Soy optimista.
¿Cómo se pueden gestionar los recursos hídricos para adaptarnos a futuras escaseces?
Hay que mejorar la depuración de las aguas residuales. Ahora mismo se cumplen los mínimos, pero se necesita que se depuren todas las aguas con tratamientos terciarios —procesos adicionales para eliminar contaminantes remanentes— para que los ríos estén más sanos. En el impacto medioambiental es donde más recorrido de mejora hay.
En el VI Seminario de Ecología Integral, organizado por la CEE, Enlázate por la Justicia y la Fundación Pablo VI sobre la crisis del agua, planteó la posibilidad de un pacto nacional al respecto. ¿Qué propone?
Sería realmente hacer un Plan Hidrológico Nacional, que no se ha hecho desde el año 2001. El pacto nacional por el agua implica una planificación conjunta de todo el Estado. Se ha hecho parcialmente con los planes hidrológicos de cuenca que se acaban de aprobar, pero requiere una visión de conjunto. No hay suficiente consenso político. Los gobiernos lo intentan, pero no lo consiguen.
«Una mayor escasez de agua provocará el aumento del coste de los alimentos», dice el Papa en Laudato si. ¿Se puede producir, o se está produciendo ya, una crisis agraria?
La escasez de agua puede provocar un aumento del coste. Pero los impactos meteorológicos extremos, que afectan a la agricultura globalmente, no ocurren en todos sitios al mismo tiempo. El comercio internacional de grano acomoda y amortigua mucho las crisis climáticas que puedan darse en cualquier país. No vamos a quedarnos sin alimentos.
Consumir más alimentos de secano, fomentar una agricultura con menos regadío, ¿pueden ser medidas válidas?
Pensar que ahora para ser más responsables no vamos a consumir productos de regadío sería atentar contra toda lógica. Va en contra de la salud de las personas y de las posibilidades de consumo que tenemos en España.
¿Cuál es el problema global más importante al que nos enfrentamos en referencia a la crisis del agua?
El deterioro de la calidad de las aguas, fruto de la nula depuración que se hace en el 80 % de la población mundial. Y la falta de inversión para los abastecimientos públicos —de saneamiento y de suministro—. Son problemas que afectan a 2.000 millones de personas.
Si hay algo que hemos aprendido con las crisis climáticas es que todo está relacionado. ¿Malgastar el agua en España afectaría a otros continentes?
Cuando se habla de malgastar habría que definir a qué nos referimos. Que en España se gaste mucha agua en la agricultura nos genera una economía agraria muy poderosa que, a la vez, ofrece empleo. Ahora bien, es verdad que una sequía extrema en las zonas más pobres del mundo causa crisis alimentarias graves y crisis migratorias también.
Nuevas tecnologías, inteligencia artificial, big data… ¿pueden servir para el cuidado del agua?
Se están aplicando ya, pero hace falta más recorrido. Hay un boom también en la digitalización del sector del agua y en la agricultura.