Podría presentarse como una adaptación moderna de Tío Vania, pero Adiós, Chéjov va un poco más allá. En una sala espectacular del Teatro OFF de La Latina, que asemeja a una cueva donde podemos asomarnos, en este caso, a los camerinos de un teatro, nos encontramos con los actores que acaban de terminar la última función de una obra de Chéjov en un teatro que han construido ellos mismos de cero, a base de esfuerzo y una vida dedicada a esas cuatro paredes en la que se han dejado el alma, el corazón y, unos más que otros, la juventud. Parece ser, de alguna manera, un cierto tipo de parodia a la vida del teatro, donde las personalidades, algunas excéntricas y otras patéticas, se descubren en los camerinos.
Los personajes son Olga, una guapa actriz a quien las vicisitudes de la vida no la toman por sorpresa y parece atajar con positividad cualquier situación; Alberto, el iluminador del teatro, un joven apuesto, moderno y ecologista, quien con su encanto enamora; Sebastián, el director del teatro, un cliché de personaje, el director vestido todo de negro, pedante, cultureta y vanidoso; Ana, la joven y segunda mujer del director, guapa, cursi, vehemente, inmadura, una adolescente emocional; Sonia, otra actriz, la invisible, insegura y resentida por no ser tan guapa como las demás y Valentín, el actor maduro que ha dedicado toda su juventud a levantar ese teatro, que ha permanecido “encerrado en estas cuatro paredes sin aceptar la vida como es”; un tipo cínico, enamorado de una mujer que no le corresponde, un romántico que puso el teatro como sentido de su vida y a quien el teatro le ha dado una bofetada; un hombre sin paz consigo mismo que al mirarse al espejo se recrimina y se siente ridículo, inútil; y sin duda, el personaje más completo y coherente de la obra y una actuación vibrante y atrayente de Víctor Mendoza.
Es una obra de los “porqués”, por qué se trabaja, por qué se vive, por qué no se puede poner el sentido de toda la vida en algo efímero como un teatro, por qué el ego vanidoso del hombre vela por sí mismo antes que por el otro, por qué hay amores no correspondidos, por qué la soledad del que no quiere a nadie, por qué seguir viviendo… Estas preguntas por el sentido a veces se asoman en los diálogos, pero es tarea del espectador descubrirlas y quedarse con un final que no sea tan cómodo e inconmovible como el de la obra.
★★★☆☆
Off de la Latina
Calle Mancebos, 4
La Latina
OBRA FINALIZADA