A propósito de dos informes - Alfa y Omega

El 10 de noviembre se publicó un informe sobre abusos sexuales en la Iglesia católica en Inglaterra y Gales. La noticia pasó desapercibida porque la atención estaba en McCarrick. Las más de 400 páginas del informe publicado en Estados Unidos superaban las 156 del británico. El primero se había elaborado a petición de la Iglesia. El segundo es fruto del interés gubernamental por conocer el estado de la protección de los menores. Pero ambos textos abordan la comisión de los abusos sexuales en la Iglesia. Y, con las diferencias que le son propias, llegan a conclusiones similares.

Acerca del informe McCarrick se ha escrito mucho, especialmente en Estados Unidos. Del informe de Inglaterra y Gales muy poco. Y, sin embargo, las recomendaciones de este segundo son muy interesantes. Por ejemplo, la comisión independiente que lo ha elaborado llega a la conclusión de que en la respuesta de la Iglesia a las denuncias por abusos sexuales contra menores se ha optado, demasiadas veces, por la protección de los clérigos y la reputación institucional. Una práctica que se ha mantenido en el tiempo a expensas de los derechos de las víctimas, y que ha permitido que los agresores fueran vistos como amigos, compañeros y colegas antes que como agresores. McCarrick también fue durante años un colega. Los abusos perpetrados contra adultos no fueron atendidos y las denuncias de abusos contra menores no pasaron de ser rumores. En ambos casos las víctimas fueron silenciadas y los abusos banalizados.

Las consideraciones a propósito del informe McCarrick tampoco parecen preocuparse mucho por las víctimas. Para muchos no pasa de ser un asunto político, cuando no un ajuste de cuentas. Precisamente porque la cultura y los factores de riesgo institucional son muy importantes, conviene no convertirlos en arma arrojadiza. El periodista John Allen ha llamado la atención sobre esto en las páginas de Crux: «Ni el clericalismo ni el anticlericalismo sirven a los intereses de las víctimas. Ambos revictimizan a quienes han sufrido abusos, convirtiendo su sufrimiento en una arma política».