«A los médicos nos enseñan a curar, pero no a cuidar»
La Universidad San Dámaso organiza el curso La buena muerte para abordar el misterio de la muerte, el sentido del sufrimiento, la esperanza en la vida eterna y el acompañamiento. La doctora Cristina Morán, máster en cuidados paliativos, impartirá la última sesión
A Cristina Morán se le ha quedado grabado en el corazón cómo una madre al borde de la muerte se fue despidiendo de cada uno de sus cinco hijos. La fiesta que hizo. La fe que tenía. O aquella otra mujer de 40 años que se moría y dejaba marido y dos hijos. «Son situaciones que te hacen de espejo», dice esta médico de familia, también esposa y madre de dos niñas. «Son hitos en mi vida que me meto en mi mochila; regalos privilegiados que puedo ver y me quedo en mi vida». Morán es una de las 35 doctoras de la Comunidad de Madrid que hace atención paliativa en domicilios dependiente de los hospitales Clínico, Princesa y Gómez Ulla. Se lamenta de que, en España, esta atención solo llegue a un tercio de los hogares, y de que no sea una especialidad en la carrera, como en el resto de Europa, sino un máster. «A los médicos nos enseñan a curar, pero no a cuidar».
Pero a la vez se siente privilegiada por poder entrar, cada día, «en terreno sagrado», pidiendo permiso, como dice el Papa Francisco, para acceder a los hogares. En el hospital, los médicos son la autoridad; en las casas «entramos en la vida personal». Como médicos, «es el momento más sagrado que podemos vivir». Reconoce que, en un principio, a los pacientes y sus familias «no les gusta que entremos, pero luego no quieren que nos vayamos». Su trabajo no es solo «dar la mano», que también, sino que «se nos pide rigor metodológico, saber de medicina y una actitud compasiva, es decir, comprender el sufrimiento del otro para intentar aliviarlo». En otras palabras, la misión de un equipo domiciliario de atención paliativa es «prevenir el sufrimiento que puedas evitar y acompañar el que no puedas evitar».
En ocasiones, la solución a la precariedad en los paliativos es recurrir a la ley de la eutanasia, sostiene Morán. Ante esto, «lo que es digno es el poder acompañar a las familias para que todos juntos podamos “ir bailando” con el enfermo y que esté tranquilo, sereno, en paz». Es un trabajo de «abrazar, contener y enseñarles a mirar lo que es bueno», de «dar un sentido a ese momento que es misterio», porque «el proceso de morir implica una trascendencia». Además, los paliativos «requieren una perspectiva integral de la persona, pero también de la familia; no es lo mismo un anciano sin hijos que una niña, por ejemplo, así que este contexto biográfico en el que nos metemos hace que podamos acompañar mejor y dignificar más».
Acompañar en lo médico y en lo humano
También puntualiza la doctora una de las creencias populares, que es identificar los paliativos con la agonía, «pero la media de vida son 20 días, en los que debe haber un control del dolor, que las familias estén tranquilas… Es un acompañamiento día a día». Son, como le dijo una vez una conocida, «como los ángeles en el huerto de Getsemaní, cuando el Señor se quedó solo». Sin obviar la parte médica, «que es la primera, ayudar al enfermo en sus necesidades«, no se olvidan estos doctores de la parte afectiva del paciente y su familia. «Podemos ayudar en lo médico, pero también en lo humano».
Morán será una de las ponentes del curso La buena muerte, que arranca el 6 de febrero en la Universidad San Dámaso. El curso se desarrollará en cuatro sesiones los martes del mes de febrero y abordará el misterio de la muerte, el sentido del sufrimiento, la esperanza en la vida eterna y el acompañamiento.