Justo cuando se cumplen ochenta años del inicio de las implacables purgas que este llevó a cabo, el cuerpo Yevgueni Dzugashvili Stalin fue hallado sin vida, según los medios rusos, en una parada de autobús cercana a su domicilio moscovita, sin que hayan trascendido, de momento, las causas de su fallecimiento.
Yevgueni era el hijo varón de Yakov Dzugashvili, vástago mayor del dictador y de su primera mujer, Kato Svanidze. Stalin siempre despreció a Yakov, más aún después de que éste contrajera matrimonio con Yulia Meltzer, una bailarina ucraniana de origen judío. La ira del líder soviético al enterarse del compromiso fue de tal calibre que Yakov intentó suicidarse. «No sabe ni disparar correctamente», comentó Stalin.
La Segunda Guerra Mundial fue el momento elegido por el líder soviético para certificar esa animadversión hacia su hijo: capturado por los alemanes en el verano de 1941, como consecuencia de victoria de la Wehrmacht en la primera batalla de Smolensk, Hitler sugirió, tras la derrota en Stalingrado, su intercambio por el del mariscal Friedrich Paulus. Respuesta de Stalin: «No intercambio un mariscal por un teniente». El Führer insistió y propuso entregar a Yakov a cambio de su sobrino Leo Raubal. Stalin volvió a negarse y Yakov murió en el campo de Sachsenhausen en abril de 1943.
Estos trágicos antecedentes, complementados por el sórdido ambiente en el que creció Yevgueni Dzugashvili –el entorno de Stalin viene magníficamente descrito por Simon Sebag-Montefiore en La Corte del Zar rojo– no fueron óbice para que se convirtiera en el acérrimo guardián de la memoria de su abuelo, de modo especial tras el derrumbe de la Unión Soviética, que coincidió con jubilación como coronel del Cuerpo de Ingenieros de las Fuerzas Aéreas Soviéticas.
Su método, primitivo pero eficaz, consistía en explotar descaradamente su filiación y esperar a que periodistas y demás interesados, impulsados por el morbo, picasen en el anzuelo.
La conversación con el nieto solía ser vana: sus opiniones sobre Stalin no contemplaban la más mínima concesión a los matices y sus aseveraciones no resistían un análisis un tanto riguroso. Poco le importaban las conclusiones de los estudios historiográficos más avezados o los datos revelados por la paulatina divulgación de los archivos de la Unión Soviética. Y si la contradicción se prolongaba, Dzugashvili acudía a los tribunales.
Así ocurrió con el diario Novaya Gazeta, al que llevó –cruel sarcasmo– hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por defender que Stalin ordenó la matanza de 22.000 oficiales polacos en Katyn Los jueces de Estrasburgo se alinearon con la ya irrefutable evidencia histórica y le propinaron un varapalo. Fiel a sí mismo, Dzugashvili permaneció inasequible al desaliento. Lo mismo se puede decir de su aventura electoral de 1999 como candidato de la lista «Bloque Stalin – Por la URSS», que obtuvo un 0,61 % de los votos.
Evgueni Dzugashvili nació en Uryupinsk el diez de enero de 1936 y falleció en Moscú el 22 de diciembre de 2016. Coronel del Cuerpo de Ingenieros del Ejército del Aire, dio clase durante 25 años en la Escuela de Estado Mayor. Tras jubilarse, se dedicó a ejercer de fiel heredero de su abuelo.
José María Ballester Esquivias / ABC