Hace unas semanas El País se preguntaba por qué a los filósofos nadie les quiere. La cuestión la provocaba el descrédito creciente de las humanidades en los planes de estudio. Pero queda latente el engaño que sufrimos cuando no vivimos con una actitud justa las cosas, cuando no nos damos cuenta de que todas llevan escrito más allá. Así los filósofos terminan resultándonos fatigosos. Y utilizamos filósofo para todo aquel que echa parrafadas con cierto aire new age, en vez de para aquel que nos recuerda que nuestro corazón está hecho para el infinito.
En esas se encuentra Jonah Jacobstein en El Libro de Jonah, de Joshua Max Feldman (Libros del Asteroide). Es un exitoso abogado neoyorquino, en pleno cénit de su carrera profesional y personal. Durante una fuerte tormenta se refugia en el metro. Allí un encuentro marcará toda su historia: contraviniendo toda norma de comportamiento de los habitantes de Nueva York, inicia una conversación con un desconocido. Se trata de un judío jasídico, «un judío cuyo judaísmo parecía caracterizarse por una certidumbre que le consumía la vida».
Tras ese encuentro tiene una extraña visión en medio de una fiesta que lo cambiará todo. Aunque Jonah (no se le habrá escapado al lector la intencionada coincidencia con el perplejo e irresoluto profeta de la ballena) hace todo lo posible por olvidarla, se ha despertado en él una conciencia iluminada, un motivo que le hace interpretar de un modo nuevo y verdadero la realidad (por cierto, qué gran definición esta de lo que es un profeta).
Su primera reacción será buscar un culpable. Seguro que el jasídico «le echó una maldición». O quizá es mejor no plantearse ninguna cuestión, volver a la cotidianeidad. Pero de nuevo otro encuentro, con una mujer inteligente y profunda, también con orígenes judíos, con una vida marcada por la tragedia tras la que no para de preguntar «¿dónde estaba Dios?» y que hace irremediablemente compararla a otro profeta, Job: «Cualquier Dios en el que valga la pena creer no habría permitido» esa tragedia. «Sabía que esta opinión no era más que otro tópico, pero se lo perdonó porque no cabía duda de que era cierta». Sus destinos quedarán ligados.
El libro de Jonah es una magnífica obra llena de preguntas y de fe. Porque preguntar es creer que en algún sitio hay una respuesta. Porque cuando se suprimen las preguntas muere la fe. Porque cuando se aceptan respuestas superficiales, la fe se desvanece. Porque como afirma el rabino Jonathan Sacks «la fe no es lo opuesto a la duda. Lo que se opone a la fe es la certeza superficial de que lo que conocemos es todo lo que hay».
Joshua Max Feldman
Libros del Asteroide