Señalaba el filósofo José Antonio Marina en su obra Teoría de la inteligencia creadora, que su ideal pedagógico sería «enseñar por artes de encantamiento», porque la ciencia (y el arte) es, ante todo, seducción. Y no hay camino mejor para entusiasmar a los niños con la música y el teatro que el del embrujo. Por eso hacen muy bien los miembros de Ópera Divertimento en recordarnos que al teatro siempre vamos con un poco de magia en los bolsillos. Y que cuando llegamos al patio de butacas, podemos usar los polvitos mágicos para hacer que ocurran cosas fabulosas sobre el escenario. Y si eso que ocurre gira alrededor de la música de Mozart, el espectáculo está asegurado.
No aspira La pequeña flauta mágica a otra cosa que hacer que los niños se sumerjan de una forma divertida, paródica y participativa, en el universo de esa pequeña obra maestra que es el singspiel mozartiano, dando vida a los estrafalarios personajes de Papageno, Papagena, Tamino, Pamina, Sarastro (aquí llamado Rey Sol), la Reina de la noche (Reina Luna en este espectáculo) y Oscurilla. Todos conducidos por el mismísimo Mozart en persona.
Pero no se llamen a engaño: el espectáculo busca, en todo momento, la complicidad de los más pequeños a través de alocadas peripecias, burlas, juegos y canciones compartidas. Así, lo primero que aprenden los niños es que la música de la flauta mágica no es de Bob Esponja y lo último que consiguen es tararear a coro sobre el escenario (y en el patio de butacas) el Das klinget so herrlich.
Todo ello con una puesta en escena muy sencilla, basada en la proyección de pinturas en diapositiva (lástima que también se proyecte sobre el cuerpo y los rostros de los actores) y un acompañamiento musical que consiste únicamente en un piano eléctrico.
Y todo ello con la finalidad de que los pequeños acerquen al mundo de la ópera utilizando un lenguaje que les es muy cercano (quizás por este afán a veces deja deslizar alguna imprecisión: la voz de mezzosoprano no es la más grave del registro femenino, aunque lo sea entre los personajes de esta función). Y lo cierto es que los niños se lo pasan muy bien con la música clásica, lo que justifica con creces el precio de la entrada.
«Crear es hacer que algo valioso que no existía, exista», decía el filósofo toledano con el que abríamos esta reseña. Pues bien, con iniciativas como la que podemos disfrutar en el Teatro Bellas Artes, no sólo se consigue crear algo valioso, sino despertar la pasión por la creatividad en nuestros hijos, algo de lo que estamos muy necesitados en los tiempos que corren.
★★★☆☆
Teatro Bellas Artes
Calle Marqués de Casa Riera, 2
Banco de España
Hasta el 14 de diciembre