Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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El amor que salva

Crisis es una de las palabras que más pronunciamos: financiera, matrimonial, de vocaciones…; por todas partes hay crisis. Pero la mayor crisis del hombre es no saber quién es, de dónde viene y a dónde va. El problema está dentro de uno mismo. Por eso, el hombre se enfada ante las dificultades y echa la culpa a otro, porque piensa que la raíz de todos los males está en los demás y nunca en él mismo. Cuando, en realidad, el problema está dentro de uno. No esperemos a que los demás cambien, tenemos la oportunidad de cambiar, una vida para aprovechar y para aprender a amar. ¿Cómo? Llenándonos del amor de Dios en la oración. ¡Qué importante es la oración! Oración de sanación, de conversión. Oración del corazón, en la que abrimos lo más íntimo de nuestro ser y Le dejamos entrar; nos dejamos empapar de Su amor, nos dejamos purificar, sanar… Y cuántos muros tenemos construidos: fuertes murallas protegen el corazón del hombre contra toda amenaza, contra todo peligro. Pero, ¿el amor de Dios es un peligro o una amenaza? Tenía toda la razón el padre Danko, franciscano encargado de la parroquia de Medjugorje, cuando dijo, el 18 de enero en la basílica madrileña de La Merced, que el pecado engendra pecado, es decir, que, cuando una persona es pecadora, ese mal se extiende por el mundo, y lo mismo sucede con la santidad: Tu pecado afecta al mundo entero, igual que tu santidad. Me imagino al mundo aceptando a Dios, dejando que Dios derribe nuestras murallas, aceptándole a Él y aceptándonos a nosotros mismos y a los demás. Sólo con Dios en el corazón, se puede abrazar el mundo entero y el cielo entero. Sólo el Amor te lleva a amar a los demás, a ver al hombre pecador de otra manera, sabiendo que el otro también está hecho para el amor y es amado por Él, porque Él es misericordioso. El padre Danko indicó dos puntos imprescindibles para llenarnos de este amor de Dios: el Rosario y la confesión. Dios nos perdona y la Virgen nos educa en ese Amor.

Mª del Pilar Blázquez
Madrid

Carta de un prejubilado

El Gobierno quiere retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años. Por el contrario, a mí me acaban de prejubilar de una gran empresa española con 55. El Presidente de la empresa tiene 75 años y el del Comité de empresa, 65, pero ambos firman acuerdos de prejubilación para mayores de 50 años. No lo entiendo. España está envejeciendo y cada vez hay más viejos y menos niños. Sin embargo, el Gobierno no para de fomentar medidas para evitar la natalidad, como son la nueva ley del derecho al aborto y la distribución de la píldora del día después. Tampoco lo entiendo. Quizás estemos gobernados por ciegos. Aunque, como decía mi abuela, no hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Francisco Javier Alba Gómez
Madrid

Y nosotros, ¿por qué no rezamos más?

Ante tanto ataque a la Iglesia, pienso que malgastamos nuestra fuerza y nuestras buenas intenciones en actitudes de irritación y crítica, que no conducen a nada y todo sigue igual. Hay que serenarse para enfrentarnos a tantos problemas con una actitud eficaz y cristiana. Lo primero y más importante es que lo veamos todo a través de la oración: una oración de escucha, de ver qué nos pide Dios para defender nuestras creencias en los campos en que están siendo atacadas. Para saber defender el honor de Dios, con frase de un santo. La oración por la vida que quiere nacer y no la dejan, ha sido intensa este año pasado. Tiene que seguir siéndolo, ayudada por elementos que muestren al mundo que la defendemos no sólo con palabras. Oración por la educación, para que no enturbie la mente de los niños, ni les quite la inocencia hablándoles de sexo antes de tiempo. Haciendo que algo dado por Dios, que debe ir unido al amor y al respeto, se convierta en un acto sucio y egoísta. Hay que rezar más. Los que están en vanguardia y los que están en retaguardia. Tenemos que rezar haciendo preguntas al Señor, que es, en frase de monseñor Martínez Camino, Dios en el cielo y Dios en el suelo. Oración de peticiones, pero también de escucha. La oración no es un monólogo, es un diálogo y una alabanza a Dios, que hace cosas grandes en nosotros, como cantó la Virgen.

Piedad Sánchez de la Fuente
Málaga

Queremos el crucifijo

La ceremonia de toma de posesión del nuevo arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz, terminó con el Himno de la Cruz: Victoria, Tú reinarás, ¡Oh Cruz, tú nos salvarás! ¿Habrá algún intelectual que se atreva a negar la importancia de la cruz en nuestra civilización? Es aplastante la mayoría de españoles que quieren el crucifijo en lugares públicos (en El País: 84 % frente al 14 %). Esperemos que Zapatero cumpla su palabra: No está en los planes del Gobierno retirar los crucifijos de los colegios. Como dice el sacerdote Jorge Enrique Múgica, hay por medio «dos milenios de Historia donde, objetivamente, el cristianismo, sus símbolos y sus tradiciones, impregnaron de olor, color y sentido la vida de tantas personas que hoy siguen profesando su creencia en el Crucificado de la cruz. La cruz es Historia, la historia de la universidad nacida al cobijo del papado y de la Iglesia fundada por el Crucificado de la cruz. Sin el crucificado, no hubieran sido posibles definiciones como la de igualdad entre todos los hombres, persona, derechos humanos y derecho internacional, o la configuración de la Unión Europea, debida a tres católicos convencidos: Schuman, De Gasperi y Adenauer».

Josefa Romo
Valladolid