Obispo chileno tras las elecciones: «No notamos polarización en el pueblo; sí en los políticos»
Juan Ignacio González Errázuriz, obispo de San Bernardo y miembro del Comité Permanente del episcopado chileno pronostica que tras las elecciones del domingo «ni el aborto libre ni la eutanasia llegarán a legislarse»
—¿Qué primera valoración hace de los resultados de las elecciones?
—Se ha producido un cambio muy profundo en la opinión de la gente. La candidata de la izquierda, que es una conocida comunista aunque se declara católica, sacó un porcentaje de voto menor que el previsto. El candidato que ha quedado en segundo lugar, José Antonio Kast, es una persona que conocemos bien, un hombre católico, miembro de Schönstatt y padre de once hijos.
Quien se pensaba que iba a ser tercera, Evelyn Matthei, de la derecha clásica, quedó en el quinto puesto. El tercer lugar fue para un conglomerado, llamado Partido de la Gente, de Franco Parisi. En el Senado casi quedaron equilibradas las fuerzas de izquierda y de derechas. Y en la Cámara de Diputados salió mayoría de los partidos de la actual oposición [a Boric].
—El bloque de derechas tiene un apoyo mayoritario entre los chilenos. ¿Qué significa esto?
—Sí, quedó claro que el partido de Matthei y el Partido Nacional Libertario van a apoyar a Kast. Está en el aire qué va a pasar con los más de dos millones de votos del Partido de la Gente. Creo que en los temas de valores que estamos batallando habrá una mayor mesura. Boric va a intentar acelerar su ley de aborto libre hasta la semana 14 (aunque el 74 % de chilenos se opone) y que se apruebe la propuesta de legislar sobre la eutanasia, pero pienso que ninguna de las dos llegará a legalizarse. La gente se cansó de estas cosas. El domingo fue la manifestación de ello.

—Usted lideró un grupo para representar a las religiones en los dos procesos constituyentes fallidos durante la legislatura pasada. ¿Cree que están detrás de este vuelco?
—En parte. Pero creo que ha sido más determinante el tema de la seguridad. En unos pocos años el país se ha convertido en un lugar totalmente distinto al que conocí de joven o al de hace ocho años. Hay asaltos, narcotráfico; también en mi diócesis. La gente reaccionó contra esto. Esto es consecuencia de muchas cosas pero, en parte, de las políticas de migración.
Como dice el Papa León XIV, los migrantes son un beneficio. Pero ha entrado una cantidad grande (pueden ser el 10 % de la población). La mayoría se comportan muy bien y son un aporte, sobre todo para la Iglesia. Pero otros no. Kast ha hecho de esto una de sus armas de batalla, con dos elementos: que no entren ilegalmente y que quien delinca se vaya a su país.
—La segunda vuelta de las elecciones se disputará entre una comunista y un bloque de derechas, algunos de cuyos miembros son considerados de ultraderecha o libertarios. ¿Les preocupa la polarización?
—Chile siempre ha estado dividido en tres tercios: uno de izquierda más dura, otro de centro y otro de derecha. Eso más o menos se mantiene. No notamos polarización en el pueblo sencillo; sí en los políticos.
—¿Cómo afrontan los obispos chilenos la nueva legislatura?
—La Iglesia saludará al presidente o presidenta que salga electo. Esperamos que haya conciliación, que se fomente vivir en paz nuestras diferencias y unirnos en las cosas comunes. No creo que se vayan a repetir acontecimientos como los de [el estallido social de] el año 2019.
A finales de octubre los miembros del Comité Permanente de los obispos estuvimos en Roma y el Papa León XIV nos dijo «sean claros en defender las cuestiones esenciales», como la vida. Es posible que ahora podamos hacer más y defenderla con más fuerza. También en el Parlamento, donde nos hemos reunido varias veces con representantes.
Nos preocupan asimismo los temas sociales, evidentemente. Hay injusticias. Algo hay que hacer en políticas sociales. Y con el anterior Congreso no se podía. Se pueden hacer muchas cosas para avanzar en estas políticas. Por ejemplo, con una legislación más justa sobre las personas mayores, pues muchas reciben una pensión de miseria. O repartir recursos para que la gente tenga acceso a la atención sanitaria, que ha mejorado mucho pero tiene millones de personas en lista de espera.

—¿Qué cree que se puede hacer para avanzar hacia esa conciliación?
—Fomentar el diálogo y la cercanía. Nosotros (por ejemplo el cardenal Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago de Chile) hemos intentado estar muy cerca de los políticos, que comprendan mejor el papel de la Iglesia y que se puedan abrir a esas medidas sociales. Todo se puede arreglar; pero, más que políticas, requiere virtudes en los dirigentes, los empresarios y los trabajadores. Nosotros nos vamos a centrar en seguir ofreciendo nuestra enseñanza.
—Ya al acercarse las elecciones los obispos chilenos pidieron diálogo.
—Ha llegado la hora de llegar a acuerdos. Tal como ha quedado configurado el Parlamento, va a haber que hacerlo en todas las materias importantes porque nadie tiene la fuerza para imponer su visión.
El Servicio Jesuita a Migrantes en Chile está viviendo con «mucha preocupación» este proceso electoral en el país. Gabriela Hilliger, su directora jurídica, explica a Alfa y Omega que, aunque es «uno de los tres temas» que se repiten en los debates, «junto con seguridad y economía», en realidad «la discusión tiene solamente una visión».
Esta es «poder resguardar las fronteras y mejorar las medidas de expulsión». Se plantean «incluso propuestas que atentan contra los derechos fundamentales de las personas y los estándares internacionales». Por ejemplo, no se considera el interés superior de los niños, tanto chilenos como extranjeros, al plantear la expulsión de sus padres o cuidadores.
«Esperamos que esto tenga que ver con el debate electoral y con las ansias de los candidatos», confía Hilliger. Y que tras la segunda vuelta el nuevo presidente aplique medidas acordes «con la dignidad de las personas», como es propio de «un régimen democrático».