Guerra en Sudán: dos élites enfrentadas masacran a la población - Alfa y Omega

Guerra en Sudán: dos élites enfrentadas masacran a la población

Tras la conquista de El Fasher por las RSF, 2.000 civiles fueron asesinados en 24 horas. Darfur ya sufrió un genocidio en 2003

Alfonso Masoliver
Sudaneses huidos de El Fasher a su llegada a Tawila el 28 de octubre.
Sudaneses huidos de El Fasher a su llegada a Tawila el 28 de octubre. Foto: AFP.

El Fasher, capital de Darfur Norte, fue conquistada por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés) el 26 de octubre, tras más de 500 días de asedio. En menos de 24 horas, más de 2.000 civiles fueron masacrados a sangre fría por el grupo paramilitar. Pero no pueden comprenderse las masacres en El Fasher que conmocionaron al mundo en la última semana de octubre sin conocer primero el genocidio de Darfur ocurrido en 2003. No puede comprenderse ese genocidio sin relacionarlo con los movimientos trashumantes de los nómadas árabes baggara. O con el comercio esclavista árabe del medievo y las comunidades no árabes y árabes con economías agrícolas y pastoriles que se disputan tierra y agua. El genocidio no es una cosa u otra, sino un cúmulo de historias que se entrecruzan, salientes y bajadas que derivan a veces en un escenario concreto y que hoy son las fosas comunes de El Fasher. 

Sudán
Población:

50,47 millones.

Etnias:

70 % árabes sudaneses; y más de 500 grupos más.

Índice de Desarrollo Humano:

puesto 170.

Ni puede entenderse Sudán sin recordar que fue gobernado por Omar al Bashir 30 años, hasta que fue derrocado por los dos hombres que hoy, enfrentados entre sí, han arrastrado al país a su tercera guerra civil: Mohamed Hamdan Dagalo, Hemedti, líder de las RSF; y Abdelfatah al Burhan, presidente del Consejo Militar de Transición de Sudán y líder del Ejército regular.

Siglos de violencia acumulada por diversos motivos, venganzas, discusiones sobre la tierra y la cultura, líneas temporales interrumpidas, guerras cuyas heridas nunca terminaron de cicatrizar. Muchas guerras que comenzaron muchas veces, hace muchos años, hicieron que Sudán fuera un país donde importa un detalle por encima del resto: el poder. La llave que controla a los combatientes y los recursos. Así lo explica un sanitario europeo cuyo nombre permanecerá en el anonimato y que reside en la capital, Jartum, desde hace décadas: «Al final, esta guerra la hacen unas élites: es decir, la élite —no diría islamista porque es más compleja la cosa— del Gobierno; y otra élite que es la familia de Hemedti. Esta lucha entre estas dos élites, que son un número limitado de personas en un país de 50 millones, pues tiene un impacto sobre toda la población». Las élites. Cada combate y cada victoria afianzan el poder que sostiene cada una. Atraen nuevas alianzas. Llenan sus cuentas bancarias.

Vídeo en el que miembros de las RSF celebran su victoria en El Fasher.
Vídeo en el que miembros de las RSF celebran su victoria en El Fasher. Foto: AFP / RSF.

Si se combate en Kordofán Sur, donde las ciudades de Dalang y Kadugli llevan asediadas por las RSF desde junio de 2023, no se debe a valores volátiles como lo correcto y la libertad. Más bien, y siguiendo la lógica de las élites sudanesas, interesa controlar la bisagra que conecta Darfur, Jartum y Sudán del Sur, y más aún: los ricos campos petroleros, las minas de oro artesanales y ese pedacito del conocido gum belt de donde se extraen importantes cantidades de goma arábiga para su uso internacional.

Si se masacra a los darfuríes, no sería por religión —la mayoría de ambos bandos es musulmana—, ni siquiera por las excusas expuestas sobre diferencias culturales y rasgos étnicos diferenciados. Lo que hace salivar a las élites es el paso a Chad y Libia, el acceso a las tierras fértiles del sur de Darfur, los caminos que llevan a las minas de República Centroafricana; más oro, más goma arábiga. Y una amalgama de comunidades itinerantes que cruzan una frontera y luego otra en busca de tierra donde apacentar a sus ganados y que controlan pozos, corredores de migración y mercados. Comunidades con nombres propios como los mahamid, los mahariya y los nuwaiba que establecen alianzas por medio de políticas matrimoniales y la fuerza de las armas.

Las RSF dicen haber detenido el día 30 a Abu Lulu (izquierda) por violaciones en El Fasher.
Las RSF dicen haber detenido el día 30 a Abu Lulu (izquierda) por violaciones en El Fasher. Foto: AFP / RSF.

Cuando se luchaba en Jartum, la capital del país, hasta la victoria del Ejército regular en mayo de 2025, los civiles morían igual. Hombres armados de las RSF irrumpieron en urgencias del Bashair Teaching Hospital en diciembre de 2024. MSF suspendió sus actividades allí en enero de 2025. El equipo del Turkish Hospital fue evacuado en julio de 2024 por amenazas. Al Nao Hospital sufrió impactos repetidos entre 2023 y 2024; el 5 de octubre de 2023, la artillería causó once muertos y 90 heridos en Karari. Ambos bandos se acusaron mutuamente. Se añaden ataques contra mercados, etc.

En cifras

36 mil habitantes de El Fasher han huido en una semana hacia Tawila, que ya acoge a 652.000.

460 pacientes del Hospital Materno Saudí asesinados, denunció la OMS.

Patrocinadores: del Golfo al Nilo

Fuera de Sudán existen naciones que se sienten atraídas por el sabor del poder y colaboran con uno u otro bando para llevarse su tajada. Una es Emiratos Árabes Unidos (EAU). Desde 2015 combaten sus tropas codo con codo con las RSF en Yemen y se considera el principal valedor del grupo paramilitar en suelo sudanés. En enero de 2025, el Tesoro estadounidense emitió una serie de sanciones contra empresas con sede en ese país y Antony Blinken comunicó que también se sancionaría «a una persona por su papel en la adquisición de armas para las RSF».

Nada de ello ha impedido que los emiratíes distribuyan armamento comprado antes a naciones europeas —es impresionante la cantidad de armas de origen europeo/OTAN que se observan en manos de las RSF en numerosos vídeos que circulan—, o que envíen mercenarios colombianos a combatir en el país africano.

Imagen de satélite con cadáveres y coches quemados.
Imagen de satélite con cadáveres y coches quemados. Foto: Vantor / Yale Humanitarian Research lab.

Emiratíes, comunidades nómadas chadianas… pero el Ejército regular también recibe el apoyo de Egipto, Irán y los Hermanos Musulmanes. Los primeros buscan utilizar Sudán como puente en su lucha por el Nilo contra Etiopía; los segundos quieren debilitar a EAU; los terceros desean volver a los tiempos de Al Bashir, cuando Sudán era considerado por Estados Unidos como una nación promotora del terrorismo y las oficinas de Al Qaeda y Hizbulá se asentaron por Jartum. Cada uno con su pedacito de autoridad en el bolsillo.

La moral escapó de las fronteras de Sudán y hablar de la oscuridad cuando la luz no existe puede considerarse ilógico. No hay luz y no hay oscuridad, no hay bien pero tampoco hay mal. Comprender el conflicto de Sudán, en definitiva, exige conocer (quizás) demasiados recovecos. Algunos se remontan siglos; otros, a la década pasada. Las élites se acumulan, se despedazan y buscan lo mismo. Poder. Igual que sus padres y sus hijos.