El cardenal Cobo en el Cementerio Nuestra Señora de la Almudena: «Venimos a reclamar la esperanza»
«Cada uno de nosotros somos fruto de la vida de muchos santos ocultos. Ellos son nuestras raíces y nuestra fortaleza», ha subrayado el arzobispo de Madrid en el Cementerio Nuestra Señora de la Almudena
Con motivo de la solemnidad de Todos los Santos, este sábado, 1 de noviembre, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, ha presidido un responso y una Eucaristía en memoria de todos los fieles difuntos en la capilla del Cementerio Nuestra Señora de la Almudena (SFM), uno de los más grandes y antiguos de Europa. En ella, ha invitado a «reclamar la esperanza».
El cardenal ha recordado en su homilía que «la tumba no se encuentra al final del camino, sino que abre nuevas puertas para la esperanza». Ante cientos de fieles que han acudido a recordar a sus seres queridos, el arzobispo ha subrayado que esta jornada es «un día de memoria, de esperanza y de mucho cariño». «Recordamos rostros y voces que ya no están, pero siguen vivos en Dios —ha afirmado—, porque todos somos hijos e hijas amados del Padre, y Él no se olvida de ninguno de los suyos».

Redescubrir la santidad cotidiana
Así, ha invitado a los fieles a redescubrir la santidad cotidiana, esa que se manifiesta en los gestos sencillos de amor y entrega de tantas personas anónimas: «Cada uno de nosotros somos fruto de la vida de muchos santos ocultos. Ellos son nuestras raíces y nuestra fortaleza, y gracias a su bondad podemos mirar hacia adelante».
El arzobispo de Madrid ha señalado que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino un camino abierto a todos los creyentes: «Ser santo no es ser perfecto, sino vivir desde el amor, la confianza y la alegría de saberse hijos de Dios». Y ha añadido: «Bienaventurado el que transforma el dolor en luz, el que hace de su familia un hogar de bondad, el que mantiene la esperanza incluso en la prueba».
La celebración ha concluido con un momento de oración en silencio ante las tumbas del Cementerio Nuestra Señora de la Almudena. El cardenal recordó que las jornadas del 1 y 2 de noviembre, dedicadas a Todos los Santos y a los Fieles Difuntos, son «una sola mirada de fe»: la de la Iglesia peregrina en la tierra y la de la Iglesia gloriosa en el cielo, unidas en la misma comunión de amor. «Venimos aquí —ha dicho— a reclamar la esperanza, porque aquí están las familias de la Resurrección, donde Dios no olvida a ninguno de sus hijos».

La fiesta de Todos los Santos: una llamada a la esperanza
La solemnidad de Todos los Santos «nos recuerda que la santidad es vocación universal, no reservada a unos pocos elegidos, sino camino de amor vivido en lo cotidiano», tal y como explica el delegado episcopal de Liturgia, Daniel Escobar. El 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, completa este itinerario de fe y oración, invitando a los cristianos a mirar la muerte desde la esperanza pascual. «El amor —recuerda Escobar— es más fuerte que la muerte, y en Cristo todos resucitaremos».