Periodismo y salud mental: «Todavía me angustio cuando estoy en espacios cerrados»
El Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones de porCausa analizó la salud mental de los periodistas que han vivido traumas
«Todos vestían uniforme militar y estaban armados con kalasnikovs cuando aparecieron repentinamente. Los cuatro hombres eran soldados de las Fuerzas Armadas Centroafricanas, FACA, que se acercaron en coche hasta donde yo estaba entrevistando a una docena de personas con la esperanza de cruzar la frontera». Lo contó Philip Obaji, periodista nigeriano que fue secuestrado y golpeado por soldados del Grupo Wagner en República Centroafricana cuando fue a investigar las operaciones rusas en el país tras la muerte del jefe de este «ejército privado de Putin», Yevgeny Prigozhin.
Durante su intervención en el Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones, organizado por la Fundación porCausa cada año en la ciudad extremeña de Mérida, Obaji relató cómo «de repente, cuatro soldados armados aparecieron de la nada, se abalanzaron sobre mí y empezaron a arrastrarme. Dos paramilitares rusos armados, que acudieron al lugar al oírme gritar, animaron a los soldados a agredirme, ordenando a los oficiales de las FACA que me golpearan hasta que confesara ser un criminal. Cuando un anciano preguntó valientemente a los soldados por qué me arrastraban por un camino pedregoso, uno de ellos respondió: “Es un terrorista”».
En la mesa redonda que puso el broche final a un congreso centrado especialmente en la externalización de fronteras, la directora de este semanario pudo analizar junto a Obaji y a Aldara Martitegui, periodista con un proyecto de coaching, cómo son las redes de cuidado y la protección de la salud mental de los comunicadores; no solo de los que trabajan en situaciones extremas cubriendo guerras o catástrofes, sino también de aquellos que se enfrentan cada día a dramas humanos, o de los que trabajan excesivas horas seguidas por un sueldo ínfimo, o de aquellos que tienen que llamar diariamente a puertas para vender sus temas ante demasiadas negativas.
«Los soldados me maltrataron con tanta brutalidad que, para cuando llegamos a un puesto militar cercano, tenía moratones en las manos y las piernas», siguió rememorando Obaji. «Me azotaron con látigos y me acusaron de espiarlos. Negué haberlo hecho. Los soldados confiscaron mi teléfono y mi cámara y comenzaron a registrar el contenido de los dispositivos. No encontraron nada en ellos».
El 60 % de los trabajadores de los medios de comunicación reportan altos niveles de ansiedad. Uno de cada cinco muestra síntomas de depresión.
Los niveles de trastorno de estrés postraumático y agotamiento están en aumento. «Abordar la salud mental en los medios de comunicación es un problema urgente», aseguró durante su intervención, ante estos datos aplastantes, la periodista Aldara Martitegui, también psicóloga y coach especializado en inteligencia emocional y mindfulness. Actualmente trabaja cubriendo temas de salud mental para Noticias Cuatro y apoya y forma a decenas de periodistas en la gestión del estrés y la prevención del síndrome de burnout desde el proyecto The Self Investigation, una organización sin ánimo de lucro que promueve una cultura laboral saludable en la industria de los medios a nivel mundial, priorizando el bienestar y la salud mental; algo básico para «mantener un periodismo de calidad». Como señaló Martitegui, «la situación actual en los medios nos obliga más que nunca a replantearnos cómo queremos ejercer nuestra profesión para no perder el compromiso con nuestro fin último, que no es otro que el de servicio a la sociedad».
La República Centroafricana es un lugar muy peligroso para ejercer el periodismo. En la última década, varios reporteros han sido asesinados en el ejercicio de su profesión. Según Reporteros Sin Fronteras, los periodistas suelen ser objeto de presiones, amenazas, violencia o acoso cibernético. Quienes entrevistan a otras partes en el conflicto que dura una década en el país son tratados habitualmente como espías o cómplices. «Estuve detenido en una habitación muy pequeña con una ventana diminuta dentro de un contenedor de carga. La habitación no tenía electricidad y los soldados no me ofrecieron comida ni agua. Muy temprano por la mañana me llevaron al puesto de control aduanero del día anterior. Los soldados dijeron que tuve suerte de no haber muerto. “Nadie detenido aquí sale vivo”, dijo uno».
Para colmo, «se negaron a devolverme mi teléfono y mi cámara, alegando que no encontraban dónde los guardaban. Salí sin mi equipo más importante, pero estaba increíblemente agradecido de estar vivo», aseguró el periodista. Obaji había pasado casi tres años investigando y documentando decenas de abusos contra los derechos humanos —incluyendo masacres desgarradoras— perpetrados por mercenarios del Grupo Wagner. En 2022, se convirtió en su objetivo. «Mis contactos me informaron de que mi foto había estado circulando en grupos de chat utilizados por lugareños reclutados por este ejército privado. Aparentemente me habían denunciado como un obstáculo “para la lucha contra el extremismo” en la República Centroafricana y afirmaron que era un agente de Occidente que debería ser arrestado o asesinado».
Pero «aún quedaba mucho por descubrir sobre la participación de Rusia en Centroáfrica y ninguna intimidación iba a impedirme continuar mi investigación. Estaba decidido a superar esos obstáculos y obtener las respuestas que tanto necesitaba. Afortunadamente, lo logré». El precio es que «todavía me angustio cuando estoy en espacios cerrados», reconoce. Ha necesitado ayuda psicológica, ofrecida por Reporteros Sin Fronteras, y la de otros compañeros en situaciones similares. Pero no ceja en su empeño de contar la verdad.