Ser joven está bien, pero ellos merecen ser algo más

Ser joven está bien, pero ellos merecen ser algo más

Lejos de postergar la resolución a sus demandas, la Iglesia los anima a crear ellos mismos una realidad adulta y participante

Alfa y Omega

Cuánto tiempo llevarán los jóvenes escuchando que son el futuro. Quizá a veces como modo de posponer una resolución a sus demandas porque, de ser ellos lo bueno por venir, siempre quedará tiempo para satisfacerlas. Según esa lógica, finalmente, no sabemos cuándo, se pondrá un punto y final a las durezas que sufren. Así que, con parsimonia, se decide que poco más pueden hacer que esperar a que llegue su momento como todos los demás hicimos en su día.

Otras veces, quizá con las mejores intenciones pero con una condescendiente sobreprotección, se los fosiliza en esa etiqueta de juventud que año tras año se va ampliando hasta ya superar la treintena, cuando lo que muchos quieren es entrar ya de cabeza en la vida adulta y superar definitivamente esa adolescencia perpetua que supone la falta de solidez económica o de sentido.

Lejos de abonar esa idea hedonista de que la juventud es para disfrutar la falta de responsabilidades —incluso refiriéndose como una «carga» al cónyuge o hijo que muchos desearían— la Iglesia de Madrid y la de todo el mundo tiene otro plan para ellos: sacarlos a la palestra, darles responsabilidades y dejarles hacer.

Es lo que ilustra, por ejemplo, Generación Esperanza, un encuentro de gente con responsabilidades parroquiales, la Delegación de Jóvenes y el Seminario Conciliar de Madrid. Su objetivo es poner en marcha ya nuevas formas de participación implicando a la vez a varias parroquias para darse cuenta de que, aparte de a su barrio, pertenecen también a la archidiócesis y al mundo.

Una idea parecida recoge el manifiesto Una revolución del espíritu joven, fruto de un proceso participativo internacional, que se proclamará el 1 de agosto en Roma en el marco del Jubileo de los Jóvenes. «Los jóvenes no somos turistas de lo espiritual. Somos peregrinos de sentido», dice el texto. ¿Los escucharemos o los haremos esperar un poco más?