Sonny Hayes (Brad Pitt) fue un famoso piloto de Fórmula 1 en los 90, pero un accidente le retiró de la fama y ahora se gana la vida corriendo en circuitos de segunda fila. Un buen día aparece un antiguo compañero y amigo, el expiloto Rubén Cervantes (Javier Bardem), que se ha convertido en el dueño de un equipo de Fórmula 1, y le pide que se ponga al frente de su equipo, pues está a punto de arruinarse tras varias temporadas fallidas. Pero Sonny no quiere volver a ese mundo.
El planteamiento dramático es absolutamente clásico: un héroe que conoció la gloria en el pasado y de quien en el presente nadie se acuerda ve la posibilidad de ofrecer al mundo su último brillo inmortal. Se trata de un esquema usado hasta la saciedad y que ha penetrado incluso a las sagas de superhéroes. En este caso, se agrega un interesante ingrediente. Sonny, para conseguir triunfar necesita contar con un segundo piloto, el joven y ambicioso Joshua Pearce (Damson Idris), que ve en él una vieja gloria fracasada que solo ha venido a hacerle sombra. Quien debiera ser su cómplice y compañero se convierte en su antagonista. Naturalmente, si quieren ganar la carrera tendrán que aprender a mirarse de otra manera, e incluso a necesitarse. Esta lección de descubrir que el otro es un bien, tan urgente en nuestro mundo, va acompañada de otra sugerente reflexión. Y es una crítica a la cultura del éxito. Sonny no quiere ganar premios ni dinero, solo quiere correr. Experimenta una sensación de libertad que da sentido a su profesión. No le interesan la fama ni la opulencia —de hecho, vive en una caravana— sino hacer aquello que le hace encontrarse a sí mismo. En realidad, hay muchos ecos del argumento de Top Gun: Maverick, dirigida por el mismo director, Joseph Kosinski, y escrita por el mismo guionista, Ehren Kruger.
La puesta en escena de Kosinski es abrumadora, dominada por vertiginosas escenas de carreras rodadas con cámara Imax, envuelta en una apabullante —casi machacona— partitura de Hans Zimmer. Todo al servicio de una desbordante producción de Jerry Bruckheimer. Sin duda, desde el punto de vista técnico y visual, es una de las mejores películas de carreras automovilísticas que se hayan rodado nunca. Pero no olvidemos que el subgénero nos ha dejado memorables cintas como Senna (A. Kapadia, 2010), Ferrari (M. Mann, 2023), Días de trueno (T. Scott, 1990), Grand Prix (J. Frankenheimer, 1967), Le Mans’66 (J. Mangold, 2019) o la inolvidable Las 24 horas de Le Mans (L. Katzin, 1971) protagonizada por un mítico Steve McQueen.
Brad Pitt, sin hacer el trabajo de su vida, ofrece un interesante registro dramático y gran parte de su actuación se centra exclusivamente en sus ojos, que vemos a través de su casco de piloto. Javier Bardem dibuja muy bien el retrato de un amigo verdadero, que es capaz de renunciar a todo por el bien de su antiguo compañero.
Joseph Kosinski
Reino Unido
2025
Drama
+7 años