Al mártir católico Akash Bashir le pagó la tumba un musulmán
Se cumplen diez años de la muerte del joven pakistaní fallecido por una bomba al intentar detener a un terrorista a las puertas de su iglesia. Sus padres han perdonado
«Por amor a Jesús, hemos perdonado a todos los que nos persiguen y están en contra de nosotros, para que ellos encuentren el camino de Dios», suele decir el padre de Akash Bashir, el joven pakistaní fallecido hace ahora diez años al impedir el paso a un terrorista en la parroquia de San Juan, en Youhanabad, un barrio de Lahore.
El 15 de marzo de 2015, durante la Misa del cuarto domingo de Cuaresma, se oyó en las inmediaciones de la iglesia una explosión que había tenido lugar en una cercana parroquia anglicana. Pocos minutos después Bashir, uno de los feligreses que servían como guardias del templo, vio a un hombre sospechoso a la entrada. Al intentar detenerlo, este le amenazó con detonar la bomba que llevaba consigo. No se dejó intimidar y el atacante activó el artefacto, que mató al joven y a otros dos feligreses. Con su acción, Bashir salvó la vida de cientos de personas. Su causa de canonización, por la vía del martirio, ya se encuentra en la fase romana.

«Su acto de heroísmo lo ha convertido en todo un símbolo de fe y valentía para la comunidad cristiana de Youhanabad y de Pakistán», afirma el salesiano Gabriel Cruz, que fue misionero en Lahore y se encargó de iniciar el proceso en ese país. Pero su ejemplo ha trascendido los límites de la Iglesia, hasta el punto de que su sepultura, situada en el pequeño cementerio católico de la parroquia y convertida hoy en lugar de peregrinación, «fue construida con mármol donado por un empresario musulmán», desvela el también vicepostulador. Esto refleja «el respeto y la admiración que su sacrificio generó más allá de las diferencias religiosas».
Akash Bashir nació el 22 de junio de 1994 en Risalpur, al norte del país. Estudió en el Instituto Técnico Don Bosco de Youhanabad y, en diciembre de 2014, ante el clima de persecución que vivían los cristianos, tomó la decisión de unirse al equipo de seguridad de su parroquia. «Él siempre sintió un profundo deseo de servir a Pakistán y a su gente», cuenta Cruz. De niño soñó con ingresar en el Ejército, pero las dificultades económicas y la discriminación religiosa lo hicieron imposible. Sin embargo, su determinación por contribuir al bienestar de su comunidad lo llevó a unirse al equipo de protección del templo. «Él era plenamente consciente del peligro que esto implicaba, especialmente tras los ataques previos contra otras iglesias en el país», atestigua Cruz.
Pero igual que los santos no se improvisan, los mártires tampoco. El vicepostulador de su causa cuenta que su paso por el Instituto Técnico Don Bosco «no solo brindó a Bashir formación académica, sino que también fortaleció su vida espiritual». Allí, bajo la influencia de los valores salesianos, cultivó «un profundo sentido de servicio y dedicación a su fe».
Así, quienes lo conocieron lo describen como un joven «de oración constante y con un fuerte compromiso con Dios», asegura el vicepostulador. De hecho, para ser parte del equipo de seguridad de la iglesia se requería una preparación especial que incluía formación en la fe, el rezo diario del rosario y la participación regular en la Eucaristía.
Modelo en todo el mundo
Gabriel Cruz ha podido conocer bien a su familia y a todas las personas que estuvieron presentes el día del atentado terrorista en el que perdió la vida. Cuenta que «su padre lo recuerda como un hijo obediente, humilde y paciente, cualidades que reflejaban la firmeza de su fe». A pesar del dolor por su pérdida, él y su mujer «dieron un poderoso ejemplo de fe y perdón, reforzado sobre todo cuando el Papa Francisco nos llamó a vivir el Año de Misericordia» pocos meses después.
Los testimonios recogidos durante la fase diocesana de la causa de martirio coinciden en general en que Bashir fue «un joven ordinario que vivió una vida extraordinaria de fe y de servicio, hasta entregarla por servir a su comunidad». Pero más allá del proceso que podría elevarlo a los altares en un futuro próximo, en Pakistán la entrega de Akash Bashir sigue siendo una fuente de inspiración para toda la comunidad. «Su historia es un testimonio vivo del poder de la fe, del coraje y de la entrega a los demás, recordándonos a todos que el amor y la esperanza siempre prevalecen sobre el miedo y la violencia», dice el salesiano.
Y más allá de las fronteras del país asiático, su figura representa no solo a los cristianos de la comunidad de Youhanabad en Lahore, «sino también a todos los cristianos y minorías religiosas del mundo que son perseguidos, atacados, denigrados y rechazados por causa de la fe en Jesús», abunda el vicepostulador de su causa. De esta manera, la vida y el legado de Akash Bashir «permiten a todos conocer el valor de la fe de los jóvenes, que los hace capaces de amar, de servir, de orar y vivir una vida cristiana hasta el extremo».