Anthony Enitame: de la patera al altar
Este joven nigeriano tuvo que cruzar el desierto y el estrecho de Gibraltar en patera antes de descubrir que Dios le llamaba al sacerdocio. Su vocación es fruto también del acompañamiento de la Iglesia gaditana
Que los caminos del Señor son inescrutables lo demuestra la historia de Anthony Enitame, que pasó de ser un niño pobre y protestante de África a convertirse en sacerdote católico en Cádiz. Entre medias, este joven nigeriano tuvo que caminar dos años, atravesar el desierto y cruzar el estrecho de Gibraltar. «Por el camino murieron dos amigos. Yo solo sobreviví gracias a que me bebí mi pis para evitar que se me cerrara la garganta bajo el sofocante calor de Marruecos», confiesa en entrevista con Alfa y Omega.
Después de todas estas vivencias, Enitame se ordenó como presbítero el pasado 19 de octubre en la catedral de Cádiz gracias a la llamada del Señor, pero también al acompañamiento que le brindó la Iglesia en el proceso. «Durante la etapa de discernimiento tiene un peso específico la revisión psicológica». Hay que certificar «que no haya dificultades en el plano psíquico», explica Ricardo Jiménez, rector del seminario. En el caso de Anthony, «fue un proceso muy dialogado» centrado, en parte, en «las posibles heridas» interiores desarrolladas por el joven durante su migración. «Aunque hay que decir que cuando él ingresó en el seminario ya llevaba años en España y las vivencias de su periplo las tenía perfectamente asumidas y sanadas», asegura Jiménez. De hecho, «él mismo ya había ofrecido en varias ocasiones su testimonio a los jóvenes de la diócesis», subraya el rector. También fue clave, asegura, el acompañamiento al candidato en el ámbito cultural: «Ten en cuenta que, tras su ordenación, iba a predicar y a confesar», lo cual requiere «un conocimiento profundo del idioma» y también «manejar con soltura las costumbres locales para poder encarnar la Palabra de Dios con ejemplos entendibles para los fieles». Así, el seminario se preocupó de inscribir al chico en una academia de español y de ayudarle para que siguiera profundizando en la mentalidad de nuestro país.
Difusión de su testimonio
Muchas de las charlas que cita Jiménez estaban organizadas por Manuel López, diácono permanente de la diócesis, que conoció al nigeriano al poco de llegar a España. «Vino a Cádiz a tratarse una rodilla que se había lesionado y apareció un día en la parroquia de San José», donde López ejerce su ministerio. «Por indicación del párroco, mi hijo se acercó a Anthony y le hizo de traductor los primeros días, porque en ese momento solo sabía inglés», rememora. Salvada la dificultad idiomática, gracias también a que la mujer de López se ofreció a darle clases de español, pudo integrarse en la parroquia. De hecho, fue la comunidad de San José la que posibilitó que lograra regularizar su situación jurídica en España. «Le inscribimos en una FP de Electricidad y le ayudamos con los papeles», recuerda el diácono permanente. «En casa le tenemos mucho cariño, porque al final todos le hemos ayudado de un modo u otro», concluye.
¿Pero cómo surgió la vocación de Enitame? Él mismo comienza hablando de la muerte de su padre. «Nos quedamos sin ingresos y mi madre no podía mantener a la familia sola», asegura el joven, que es el décimo de once hermanos. «A mí me tocó irme a vivir con unos tíos, que no habían podido tener hijos». Su nuevo hogar resultó estar formado por un protestante y una católica. «Mi tía se dedicaba a vender rosarios y yo la empecé a ayudar». Hacía esta labor en torno a la catedral local hasta que un día los fieles se quejaron porque los que vendían rosarios no iban a Misa. «La verdad, nunca había ido a ninguna y me picó la curiosidad». Lo que ocurrió entonces fue el germen de su vocación. «Me gustó mucho. Me quedé impactado cuando el cura dijo que el pan es el Cuerpo de Cristo».
De esta forma, Enitame empezó a ir a Misa con regularidad en su Nigeria natal. «Fue como si alguien me tocara el corazón y abriera mis ojos», intenta explicar. Recibió el Bautismo después de que se acercara un día a comulgar, «como hacían todos». El sacerdote, sin embargo, no le dejó «porque no estaba bautizado». Así, Anthony se inscribió en el catecumenado y un tiempo después recibió los sacramentos de iniciación cristiana. «Algo en mí cambió por dentro. Sentía que alguien me acompañaba constantemente y me amaba profundamente».
La vocación al sacerdocio, sin embargo, solo llegó tras su viaje a Europa, mientras veía una película cuyo título no recuerda. «Era sobre la labor de una sacerdote». Se quedó impactado. Paralelamente, acaeció la muerte del párroco de San José, Salvador Rivera, y Enitame no podía dejar de pensar quién se encargaría ahora de todo el trabajo que desarrollaba el cura. En ese momento Dios le hizo entender que él era el elegido. «Desde entonces, nunca he dejado de sentir el amor de Dios, ni siquiera en los momentos más difíciles».