16 de diciembre: san José Manyanet, el cura que dejó a su obispo por las familias
El sacerdote leridano quiso hacer «de cada hogar un Nazaret» con una obra que formara en las aulas y en las casas. Inspiró dedicar a la Sagrada Familia el gran templo que se empezaba a proyectar en Barcelona
Es habitual que a lo largo de la vida de los santos aparezca un momento que supone una segunda conversión, «una llamada dentro de la llamada», como decía santa Teresa de Calcuta al hablar de su recorrido vocacional. En el caso de san José Manyanet, ese momento llegó cuando decidió dejar una vida cómoda en el seno de su diócesis para aventurarse en la fundación de una congregación orientada hacia la Sagrada Familia. José Manyanet nació en Tremp (Lérida) el 7 de enero de 1833 y fue bautizado el mismo día de su nacimiento. Tan solo 20 meses después falleció su padre, lo cual fue poco a poco sumiendo su hogar en la estrechez económica. Para sobrevivir, su madre tuvo que vender los terrenos que poseían y alquilar varias habitaciones de su casa.
La vocación sacerdotal del niño nació un día en que, desarropado y aterido de frío, esperaba a que se abriera la puerta de la iglesia. Allí lo encontró el párroco de su pueblo, que le dio abrigo y después quiso que le ayudara como monaguillo en las celebraciones litúrgicas. Más adelante, le preparó bien con clases particulares de latín para que pudiera entrar en el seminario de los escolapios en Barbastro. Tras este primer contacto vocacional decidió pasar al seminario diocesano, cuyos estudios se tuvo que pagar de su bolsillo a base de dar clases particulares a los hijos de una familia acomodada. Después de su ordenación sacerdotal, en 1859, entró a servir directamente al obispo de Urgel, haciendo las funciones de mayordomo de palacio y bibliotecario y acompañándolo en las visitas pastorales que realizaba a los pueblos más recónditos del Pirineo.
A la aventura
Sin embargo, aquella vida ya bien encarrilada no acababa de llenarle del todo. En aquellos viajes pensaba en las familias que iba conociendo y empezó a soñar con escuelas para los chicos y formación para los mayores. Poco a poco empezó a abrirse espacio en su cabeza la idea de crear una congregación con el propósito de hacer «de cada hogar un Nazaret», como solía decir.
Venciendo la resistencia inicial de su obispo, al que no le gustó la idea de tener que renunciar a su más estrecho colaborador, Manyanet fundó, en 1864, la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia y, diez años más tarde, su rama femenina. Su objetivo era levantar «una familia para las familias» que ofreciera una educación cristiana que abarcara tanto las aulas como las casas. Entendió que esta institución «es protagonista y destinataria de la acción pastoral y educativa de la Iglesia y que una escuela abierta a todos es una prolongación del hogar», afirma Jesús Díaz Alonso, superior general de la congregación.
El padre Manyanet inspiró la creación de uno de los templos más visitados del mundo, el de la Sagrada Familia de Barcelona. Fue idea suya dedicarlo al hogar de Nazaret, en lugar de solo a san José, como era la intención original de sus promotores. En noviembre de 1883 conoció a Antonio Gaudí y congeniaron enseguida. El arquitecto catalán reconoció que Manyanet «había inspirado, animado y santificado» la iniciativa y consideraba al religioso «amigo, confidente y ejemplo de vida cristiana». Cuando Gaudí fue atropellado por un tranvía el 7 de junio de 1926, iba indocumentado y por eso no se le pudo reconocer en un primer momento. Sus allegados lo hicieron más tarde gracias a sus efectos personales, entre los que estaba su reloj, al que Gaudí había unido un medallón con una fotografía de Manyanet.
Manyanet eligió su propio pueblo como primer enclave para su obra. Allí le acompañaron algunos amigos sacerdotes. Durante el primer año, tenían que retirar las camas del espacio donde vivían para hacer sitio a los pupitres de los niños; pero a los pocos años ya abrían casa en Barcelona. Las tres décadas siguientes las dedicó a abrir doce colegios por toda España —«con preferencia por las barriadas obreras y con menos oportunidades de acceso a la educación», especifica Díaz Alonso— y a escribir varios libros sobre la devoción a la Sagrada Familia. Finalmente, en 1901, después de varios años arrastrando dolencias, expiró tras musitar: «Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía». Para el superior de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia, Manyanet «supo poner en el centro el ejemplo de Jesús, María y José en Nazaret», sobre todo difundiendo «la normalidad de la vida y el trabajo de cada día como camino de santidad».