¿Quién controla a quién? - Alfa y Omega

El periodismo, si no es servicio al ciudadano, no es periodismo. Si no es vigilancia del poder, no es. Si no es una búsqueda de la verdad, tampoco. Si no es en libertad, no hay periodismo. Si invertimos los valores de estas ecuaciones, el resultado es lo contrario al periodismo: imposición del poder, propaganda, clientelismo y engaño. Entre medias de esos dos vértices opuestos que planteo existen casos de mala praxis que han llevado a la profesión a un momento de crisis de credibilidad. Pero estos errores no justifican la sustitución de los derechos de informar a los ciudadanos y de los ciudadanos a ser informados por el supuesto derecho del Gobierno a perseguir a quienes publiquen lo que al Ejecutivo no le conviene.

El Consejo de Ministros aprobó el 17 de septiembre el llamado Plan de Regeneración Democrática. El eufemismo esconde el verdadero objetivo. Si realmente existiera algún problema informativo que amenazase la democracia, el Gobierno lo habría detectado en los años que lleva en el poder. ¿Cuándo anunció el presidente que iba a presentar este plan? Justo después de las informaciones periodísticas sobre las actividades empresariales de su esposa que llevaron a un juez a aceptar una demanda contra ella. Informaciones que no han sido desmentidas ni aclaradas, pero sí descalificadas como desinformación o bulos. Sánchez acusa a la derecha y ultraderecha de estar detrás del lodo. Es decir, los bulos y el fango solo son los del adversario. Veo con temor la intención de hacer un listado de medios y repartir la publicidad institucional —importante fuente de ingresos de muchos medios— como una forma de premiar al servil y castigar al incómodo. El presidente dijo mientras se señalaba: «Todos sabemos cuáles son los medios serios y cuáles los pseudomedios».  Se arroga él la capacidad de repartir carnets de periodista y señalar a los que hay que perseguir. Si el poder controla a la prensa y no al revés, lo que hay detrás es un intento de acabar con uno de los contrapoderes del Estado. Y ese sí es un verdadero peligro para la democracia. El Plan de Regeneración Democrática es en realidad el Plan Begoña.