Que Dios navegue tu barco
La National Gallery de Washington D. C. exhibe una serie de pinturas que reflejan las cuatro etapas de la vida humana acompañadas por un ángel de la guarda
Nos adentramos en una pequeña sala en la National Gallery de Washington D. C., donde se exhiben una serie de cuatro pinturas que ofrecen al espectador una visión trascendental del transcurso de la vida. Se trata de una alegoría representada en estos cuatro actos, donde un hombre navega por un río que simboliza la vida acompañado por su ángel de la guarda.
El autor de esta serie es el artista estadounidense Thomas Cole, un pintor del romanticismo americano de mediados del siglo XIX, conocido por sus representaciones de la belleza paisajística de los salvajes territorios estadounidenses. Pintados entre 1840 y 1842, estos cuatro cuadros representan las etapas de la vida humana: infancia, juventud, edad adulta y vejez. En cada uno, el viajero recorre el río de la vida atravesando paisajes impresionantes marcados por las cuatro estaciones del año, siempre acompañado por su ángel guardián. En la infancia, el bebé comienza el viaje desde una cueva oscura hacia un paisaje verde y exuberante. En la juventud, el joven toma el timón del bote y apunta hacia un castillo brillante en el cielo, simbolizando sus sueños y aspiraciones. En la edad adulta, el hombre se apoya en la oración y la fe religiosa para enfrentar aguas turbulentas y un paisaje amenazante. Finalmente, en la vejez, el viajero es guiado por el ángel hacia el cielo a través de las aguas de la eternidad.
Hoy en día, alguna crítica de arte arrebata toda trascendencia espiritual de esta serie interpretándola como una «alegoría del hombre luchando por sus sueños, deseos y éxito en la vida» o «la personificación de la historia de América». Sin embargo, la misma National Gallery cita un texto de Louis Noble, el director espiritual de Thomas Cole, donde dice que [Cole] «deseaba que sus lienzos hablaran al mismo tiempo de un lenguaje elocuente entre Dios y el hombre, y de la vida humana». A lo cual, la institución añade que «Thomas Cole confiaba en que las pinturas de paisajes podían transmitir valores morales y religiosos. Aunque logró un considerable éxito con sus representaciones directas del paisaje estadounidense, su ambición más grande era transmitir la Palabra de Dios a través de paisajes sublimes».
Cole estaba preocupado por que el mensaje de estas obras no fuera claro, por lo que escribió cuatro textos explicativos. Sin embargo, las escenas son fácilmente interpretables por su evidente narrativa. Quizás la mejor clave interpretativa sea la figura del ángel: en la escena de la niñez, el custodio está dentro del barco con una presencia muy poderosa mientras que el bebé simplemente disfruta del viaje, elevando los bracitos en actitud confiada y divertida. Cuando ese bebé llega a la juventud se le ve lleno de energía, emborrachado de inquietud y ansias de logros; mientras toma el mando y la dirección del bote, señala el camino hacia un horizonte donde visualiza un futuro brillante. El ángel, sin embargo, no está invitado a este plan y se queda en tierra. Un deseo de conquista y entusiasmo que parecía buena idea, pero no lo fue, ya que cuando este joven llega a la edad adulta se encuentra en un trayecto hostil donde solo le esperan aguas difíciles y tribulaciones. El viajero, desesperado, se dispone a rezar para volver a la fe y a la protección del ángel, para dejarse guiar como en aquella inocente y despreocupada infancia. El guardián, desde una nube abierta, escucha su lamento y regresa a su ayuda para acompañarle hacia el final de su vida, donde el hombre, anciano y humilde, espera el anuncio de la alegre llegada al destino. El espíritu alado invita al navegante a ascender hacia una luz apacible que dispersa las nubes oscuras. Una luz suave pero poderosa, donde se aprecian numerosos ángeles que revolotean felices en esta emanación de paz.
No sé qué piensa el lector, pero para mí, la lectura moral de esta serie es clara: ser como niños para heredar el Reino de los cielos, dejar que Él guíe nuestro barco en el camino de la vida con plena confianza y abandono, sabiendo que la meta que nos tiene preparada es muchísimo mejor que cualquier propuesta de este mundo.