Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma - Alfa y Omega

Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma

Martes de la 13ª semana de tiempo ordinario / Mateo 8, 23‐27

Carlos Pérez Laporta
'Cristo en la tormenta del Lago de Galilea'. Rembrandt. Museo Isabella Stewart Gardner de Boston, Massachusetts, Estados Unidos
Cristo en la tormenta del Lago de Galilea. Rembrandt. Museo Isabella Stewart Gardner de Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Foto: Robert Huffstutter.

Evangelio: Mateo 8, 23‐27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.

En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; Él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice:

«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».

Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:

¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

Comentario

«Se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía». La barca se hundía entre las olas. ¿Cómo es posible que en una tormenta así de violenta Jesús pudiese conciliar el sueño?

Seguramente estaba cansado. Después de días recorriendo el territorio, curando enfermos y predicando estaba agotado. Pero aquello no era solo sueño. Jesús nunca es simplemente humano. Jesús duerme y con aquel sueño imita la muerte. Cuánto más experimentaba el cansancio más comprendía el sueño como el reposo de la muerte. Porque la muerte, para quien no tiene pecado, no es la sombra que se opone a la vida. Para quien vive toda su vida como una relación con Dios la muerte es la arista de la vida finita, en la que la naturaleza pende ya totalmente de la gracia. Para quien vive ya de la gracia, todo el cansancio y la labor de la vida encuentran su cumplimiento y plenitud en el descanso final en Dios. Y el sueño es el anticipo de ese descanso, en el que uno se abandona por completo.

Por eso, les dice a los discípulos cuando temen la muerte «¿por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?», porque la fe vive la posibilidad de la muerte con temor de Dios, pero sin miedo. Si Jesús está con ellos en su muerte, siendo que Él es su Vida, ¿cómo podrían tener perder la vida?