Entre viajes perdidos y reformas consumadas - Alfa y Omega

Quizá para entender este último año de pontificado haya que partir del final; es decir, de un viaje perdido. Todo estaba listo para que el Papa Francisco fuera a Dubái y hablara en la cumbre del clima de la ONU, pero no fue posible por motivos de salud. Por supuesto, el Papa quería ir. Para la ocasión, incluso había escrito una nueva exhortación apostólica, Laudate Deum; una actualización de Laudato si que será directriz para la diplomacia pontificia en los próximos años.

El hecho de que el Papa haya tenido que renunciar al viaje es una señal fuerte. Además, se proyecta sobre el próximo año, que sin duda estará plagado de noticias sobre su salud. Pero aunque pasen los años y las enfermedades avancen, lo que es seguro es que el Santo Padre no quiere detenerse. De hecho, quiere acelerar. Para septiembre de 2024 tiene previsto viajar a Lovaina (Bélgica) con motivo del 650 aniversario de la universidad católica. Luego está el regreso a Argentina, que ha anunciado varias veces y que podría producirse en febrero, tal vez para canonizar a la madre espiritual del país, Mama Antula. Hay indicios: la canonización se ha adelantado al día 11 de ese mes.

En 2023 se han producido varios acontecimientos que marcaron cada vez más a la Iglesia según el pensamiento de Francisco. El Sínodo sobre Comunión, participación y misión ha caracterizado todo el año, con la larga preparación de las etapas continentales, hasta el documento de síntesis que se proyecta hacia la asamblea del año próximo. Antes, el 30 de septiembre, el Pontífice creó 21 nuevos cardenales, de los cuales 18 tenían menos de 80 años. Actualmente hay 134 cardenales electores en el Colegio Cardenalicio, 14 más que el límite establecido por Pablo VI. De ellos, 97 han sido creados por este Papa y pesarán en la elección de su sucesor.

El viaje perdido a Dubái no eclipsó los que sí realizó. La Jornada Mundial de la Juventud en Portugal en agosto contó con una gran participación de jóvenes, más de un millón. El viaje a Hungría en mayo permitió a Francisco aprender más sobre una nación crucial en el corazón de Europa. Y la visita a Mongolia en septiembre le acercó a China, pero también al budismo tibetano, lo que abre un nuevo frente de diálogo.

Hablando de China, su Gobierno, después de haber dado dos bofetadas importantes (el nombramiento unilateral de un auxiliar para una diócesis no reconocida por la Santa Sede y el nombramiento unilateral del obispo de Shanghái, decisión posteriormente subsanada por el Papa) ha enviado señales de distensión. El viaje del cardenal Zuppi al gigante asiático como enviado especial del Papa para buscar una solución de la guerra en Ucrania ha abierto nuevos espacios de diálogo.

El frente diplomático ha sido el más candente este año. Al conflicto en este país del este de Europa —que el Santo Padre nunca deja de mencionar— se sumó el de Tierra Santa, que además repercute en las difíciles relaciones con el mundo islámico. El Santo Padre tiene un enfoque diplomático personal, y tanto sobre Ucrania como sobre Tierra Santa ha tropezado con algunas declaraciones que suscitaron malentendidos. El trabajo de la Santa Sede, sin embargo, es incesante; como el de la Iglesia local. Y el Papa, a menudo en contacto telefónico con algunas realidades locales, lo sabe bien.

El 2023 del Pontífice no ha estado exento de problemas. El llamado «juicio del siglo» en el Vaticano, sobre la gestión de los fondos de la Secretaría de Estado, terminó con la absolución de varios cargos y con duras condenas; entre ellas la de cinco años y seis meses impuesta a Angelo Becciu, primer cardenal juzgado por un tribunal ordinario del Vaticano. Habrá apelaciones y queda mucho por aclarar. Mientras, en el caso de Rupnik, el famoso mosaiquista exjesuita con varias acusaciones de abusos y una presunta excomunión por haber dado la absolución a una víctima, aún queda todo por comprender. Ha mostrado las grietas de un Papa que decide solo y asume todo el riesgo.

En el décimo año de su pontificado, el Santo Padre también ha completado el relevo generacional en la Curia, como demuestra la llegada a Roma de su teólogo de confianza, Víctor Manuel Fernández, para dirigir el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Su llegada al Vaticano ha coincidido con un renovado activismo del dicasterio, que publicó varias respuestas dubia y una declaración, Fiducia supplicans, sobre la posibilidad de bendecir a las parejas en situación irregular.

No se ha tratado, por tanto, de una tormenta que sirva de preludio a la calma. Más bien, la calma del Papa Francisco, forzada por sus dolencias, está provocando una tormenta que, el próximo año, podría convertirse en una revolución.