La vida y el Evangelio puro - Alfa y Omega

«Ver la vida desde la cárcel es Evangelio puro». Estas palabras, expresadas por José Cobo el día 20 de abril en la presentación del libro del capellán de la cárcel de Navalcarnero, Francisco Javier Sánchez, Bienaventuranzas desde la cárcel, expresan muy bien el planteamiento de fondo y la hoja de ruta que inspiran su implicación afectiva y efectiva en la Mesa por la Hospitalidad y en toda la acción sociocaritativa de la archidiócesis. Hubiera podido decir esas o parecidas palabras en cualquiera de los muchos actos en los que ha participado en estos ámbitos a los que aquí nos referimos.

Ha concretado ese compromiso afectivo y efectivo en el trato real y directo con las personas afectadas por las diferentes situaciones de exclusión y vulnerabilidad con las que trabajamos las entidades de la mesa, como Cáritas, con la que tanto ha trabajado durante toda su vida, o el resto de delegaciones, secretariados y comisiones de la Pastoral Social diocesana. No es el suyo un compromiso puntual o ceñido a la participación en tal o cual acto, sino una trayectoria vital que seguramente hunde sus raíces en la pertenencia a una familia que, como tantas otras, emigró desde Andalucía hasta Madrid hace ya 50 años y se instaló en el barrio de Usera. Luego se ha ido jalonando de otras experiencias importantes: participación en el Proyecto Hombre, cura en parroquias de barrio, etc. Esas experiencias vitales no suelen pasar desapercibidas para alguien que, como José, ha ido haciendo una lectura creyente de la realidad y ha descubierto que mirar la vida desde esas situaciones es «Evangelio puro».

Por supuesto que las entidades que formamos parte de la mesa y de la Pastoral Social nos hemos sentido, y nos sentimos, muy apoyadas en todo momento por José, como también ha sucedido con Carlos Osoro. Ambos han participado con bastante frecuencia en nuestras reuniones y han estado siempre al tanto de nuestras actividades, impulsándolas y animándolas. Han participado en celebraciones, charlas, ruedas de prensa o en cualquier otro acto para el que hayamos solicitado su presencia. Y, además, lo han hecho obviamente desde su representatividad institucional.

Cobo ha sido hasta ahora el obispo responsable del Departamento de Migraciones de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana y nos ha trasladado a la Mesa por la Hospitalidad de Madrid dos grandes iniciativas de dicho departamento: los corredores de la hospitalidad y la Mesa del Mundo Rural. Son iniciativas que pretenden promover gestos de comunión y de solidaridad entre las distintas diócesis a favor de los jóvenes extutelados que se encuentran en Canarias y de apoyo al rejuvenecimiento de los pueblos de la llamada España vaciada. Tanto desde la Mesa por la Hospitalidad como desde la Delegación de Pastoral de la Movilidad Humana podemos dar buena cuenta de que José ha hecho suya la opción de acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y refugiadas en la que tanto nos insiste el Papa Francisco. Y también la opción de «construir el futuro con los migrantes y refugiados».

Pero estoy seguro de que las demás delegaciones, secretariados y comisiones de la Pastoral Social pueden decir lo mismo. Su participación en la Eucaristía por las víctimas de la siniestralidad laboral en una parroquia de Aluche en las vísperas del 1 de mayo, su presencia en diferentes actos de Cáritas o su participación en alguna de las vigilias por la comunión eclesial y un largo etcétera nos dan buena cuenta del compromiso de José con la Pastoral Social de la diócesis.

Un compromiso y una implicación que están en la misma entraña del Evangelio y no son un apéndice o una acción facultativa en la acción evangelizadora de la Iglesia. La celebración de la fe y la catequesis deben ensamblarse complementariamente con la acción sociocaritativa. El inicio de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret, la parábola del buen samaritano, la parábola del juicio final, el mandamiento del amor a Dios y al prójimo y otros muchos textos del Evangelio nos empujan a estar junto a los excluidos y, desde ellos, construir una Iglesia samaritana que sale al encuentro de los que viven en las periferias.