El Papa sobre la guerra en Ucrania: «Por un futuro de cunas y no de tumbas» - Alfa y Omega

El Papa sobre la guerra en Ucrania: «Por un futuro de cunas y no de tumbas»

Durante la misa en la plaza del Parlamento en Budapest ha pedido que las fronteras no dividan y ha invitado a abrir las puertas al «extranjero, diferente, migrante o pobre»

Ángeles Conde Mir
El Papa saluda a los asistentes a la Eucaristía en la plaza del Parlamento. Foto: CNS Photo-Vatican Media

Unas 50.000 personas han asistido a la misa presidida por Francisco en la plaza Kossuth Lajos de Budapest, la plaza del Parlamento. El Papa ha llegado a la famosa plaza a bordo del papamóvil saludando a los miles de fieles que se han dado cita en la celebración dominical.

El cardenal Peter Erdö, arzobispo de Budapest, ha celebrado y el Pontífice ha pronunciado una homilía centrada en la apertura al prójimo. En el domingo del Buen Pastor, Francisco ha explicado que Cristo llama a sus ovejas para reunir en torno a sí a su rebaño y después lanza a ese rebaño al mundo: «Primero nos congrega en la familia de Dios para constituirnos como su pueblo y después nos envía en el mundo para que con valor y sin miedo nos convirtamos en anunciadores de la Buena Noticia, testigos del Amor que nos ha regenerado».

Comunidades eclesiales como «ambiente reservado»

Por eso, el Papa ha asegurado que los miembros de este rebaño están llamados a acoger a todos, para que ese amor se difunda. O, en otras palabras, el Pontífice ha pedido a las comunidades eclesiales que no se consideren «un ambiente reservado» cuyo espacio tienen que defender. «Recordémoslo bien: todos, ninguno excluido, estamos llamados a esto, a salir de nuestras comodidades y a tener el valor de alcanzar cualquier periferia que necesite la luz del Evangelio».

Para llegar a esas periferias, ser Iglesia en salida, el Papa ha explicado que cada cristiano ha de convertirse, como Jesús, «en una puerta abierta»: «Es triste y duele ver puertas cerradas: las puertas cerradas de nuestro egoísmo hacia quienes caminan a nuestro lado todos los días; las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad; las puertas cerradas de nuestra indiferencia ante el sufrimiento y la pobreza; las puertas cerradas ante el extranjero, diferente, migrante o pobre. E incluso las puertas cerradas de nuestras comunidades eclesiales: cerradas entre nosotros, cerradas al mundo, cerradas a los que “no cumplen un orden”, cerradas a los que anhelan el perdón de Dios». Por ello, Francisco ha clamado por comunidades abiertas y acogedoras que nunca «den con la puerta en las narices a nadie». Y, dirigiéndose específicamente a sus anfitriones, Francisco ha invitado al pueblo húngaro a «ser abiertos e inclusivos los unos con los otros para ayudar a Hungría a crecer en la fraternidad, el camino de la paz».

«Un mundo de hermanos y no de muros»

Antes del rezo del Regina caeli, el Papa ha pronunciado un breve discurso en el que ha dado las gracias a las autoridades civiles y eclesiásticas húngaras por la acogida que le han dado durante estos días en su país. Ha hecho alusión a unas palabras del cardenal Erdő para recordar que «los creyentes en Cristo han de poner en primer lugar la caridad que une y no las diferencias históricas, culturales y religiosas que dividen»: «El cardenal Erdő ha dicho que aquí se vive en la frontera oriental de la cristiandad occidental desde hace mil años. Es hermoso que las fronteras no representen fronteras que separan, sino zonas de contacto».

Francisco ha insistido en que somos un solo rebaño y ha confiado a la protección de la Virgen a todo el pueblo húngaro. Se ha despedido con una última reflexión: «Y desde esta gran ciudad y este noble país, quisiera depositar en vuestro corazón la fe y el futuro de todo el continente europeo, en el que he estado pensando estos últimos días y, especialmente, la causa de la paz. Virgen Santa, mira a los pueblos que más sufren. Mira sobre todo al vecino martirizado pueblo ucraniano y al pueblo ruso, consagrados a ti. Tú eres la Reina de la paz, infunde en los corazones de los hombres y líderes de las naciones el deseo de construir la paz, de dar a las jóvenes generaciones un futuro de esperanza y no de guerra; un futuro lleno de cunas y no de tumbas; un mundo de hermanos y no de muros».